En Metropolis, Gus Gorman, un desempleado algo vago pero muy inteligente, ve como rechazan definitivamente su subsidio de desempleo y en la cola del paro un hombre le da fuego y en la caja de cerillas lee: "Hazte informático, ganarás mucho dinero". Y Gus decide que puede estar bien. La película comienza entonces con una secuencia de créditos iniciales en la línea de las anteriores Superman, mientras que se producen una serie de graciosos
accidentes provocados por el paso de una despampanante rubia (que luego sabremos que es Lorelai Ambrosia, la novia del magnate Ross Webster). Uno de estos accidentes provoca que un hombre se quede encerrado en su coche mientras que una toma de agua contra incendios lo anega inexorablemente y Superman
interviene rescatándole tras cambiarse en un fotomatón. En el Daily Planet, Lois Lane anuncia que se marcha de vacaciones a las Bermudas y Clark propone a Perry un reportaje en su pueblo, Smallville, ya que le han invitado a una reunión de antiguos alumnos. Perry acepta y le manda para su pueblo adoptivo junto a Jimmy para que haga las fotos. En el transcurso del viaje, tendrán que detenerse para permitir que los bomberos traten de sofocar un terrible incendio que está asolando una planta química y que amenaza con hacer hervir un ácido muy sensible al calor que,
cuando alcanza su temperatura máxima, se convierte en una espuma terriblemente destructora que corroe todo lo que toca. Clark se escabulle de Jimmy y corre a cambiarse para ayudar. Jimmy se acerca demasiado para tomar unas fotos, se cae y se parte la pierna quedando atrapado en el fuego y Superman le rescata. Después, Superman vuela hasta un lago cercano y congela con un soplido la capa superficial del agua, vuela con ella hasta el
fuego y la suelta. Las llamas lo funden y se provoca una lluvia artificial que apaga el incendio. Ya sin Jimmy, que va camino del hospital, Clark llega a Smallville. Allí va a la reunión de antiguos alumnos y se reencuentra con Lana Lang, su amor del instituto, y parece que la química mutua surge de nuevo entre ellos. Lana ha tenido un hijo pero está separada y Clark y ella quedan para ir al campo a comer. Mientras tanto, Gus ha resultado ser un genio de
la informática y ha conseguido trabajo en la compañía de Ross Webster. Además, ha descubierto un modo de entrar en el ordenador de la compañía y desviar unos centavos de cada nómina a la suya, con lo que consigue un sustancioso cheque. Pero Ross le descubre y le propone un trato: denunciarlo e ir a la cárcel... o ayudarle a destruir las cosechas colombianas de café gracias al satélite climatológico Vulcano, controlado por ordenador. Y para eso necesita el talento de Gorman. Clark y Lana están en de picnic mientras Ricky, el hijo de Lana, juega tranquilo con su perro por las praderas. Entre los dos parece que está surgiendo el amor, ya que Lana aprecia el hombre que es Clark sin importarle nada más y no espera que sea un superhéroe. Mientras, el niño ha tropezado y se ha golpeado la cabeza quedando inconsciente, y una cosechadora avanza hacia él ignorando que Ricky está tumbado entre el trigo. Clark oye ladrar al perro, y poniendo una excusa deja a Lana sola, se cambia y vuela a rescatar al muchacho, llegando justo a tiempo. Se lo lleva a Lana,
y se marcha, y justo entonces aparece Clark con el perrito en brazos diciendo: "Ya lo he encontrado". Gus consigue colarse en el edificio donde está el ordenador que controla el Vulcano y lo reprograma. Pero Superman evita la destrucción alejando el tornado y Webster toma la determinación de que deben acabar con Superman. Manda a Gus a que averigüe la composición de la kryptonita para crear un trozo y Gus lo logra, excepto por un elemento desconocido. Poco después, en Smallville le dan un homenaje a Superman por haber salvado a Ricky, y aprovechándolo, Gus, disfrazado de militar, le entrega como
obsequio a Superman el trozo de piedra verde. En principio parece no hacerle efecto, pero la kryptonita imperfecta altera la mente del héroe y lo vuelve malvado, con el traje sucio y embrutecido y sombra de barba. Este nuevo malvado Superman endereza la torre de Pisa, apaga la antorcha olímpica y hace otras pequeñas maldades y Ross decide aprovecharse de la situación gracias a Lorelai, que seduce a Superman y lo convence para que
provoque una marea negra en un petrolero. Después, Superman se emborracha y destroza un bar. Lana y Ricky están fuera, y el pequeño le grita: "¡Te pondrás bien, Superman! ¡Sólo es una racha mala!" Superman se aleja volando mientras lucha contra su interior, se detiene en un desguace de coches y allí se desdobla en dos personalidades: Clark y el Superman malvado. Luchan entre ellos, y Clark parece llevar todas las de perder. El Superman malo lo lanza finalmente a la cadena de prensado y cuando parece que
Clark ha muerto, sale y estrangula a su parte malvada, que desaparece. Clark se incorpora, mira al cielo, se rompe la camisa y aparece su escudo limpio y renovado. Superman ha vuelto. Inmediatamente arregla el desastre de la marea negra y marcha a
encontrar a Webster, que con unos planos de Gus ha construido un superordenador en una cueva en las montañas. Superman esquiva sus trampas y logra llegar al refugio. Le lanzan un campo de fuerza magnético, pero lo destruye. Pero después le disparan con un rayo de kryptonita y queda indefenso y es Gus quien
intenta salvarlo desconectando el ordenador, pero el ordenador ha adquirido conciencia propia y absorbe energía de las ciudades para autoalimentarse. Gus salva a Superman destrozando al cañón
con un hacha y éste huye de la cueva. Ross, Lorelai y Vera, la hermana de Ross, tratan de huír, pero Vera es atrapada por la maquinaria y convertida en un poderoso cyborg. Superman
regresa en ese momento portando un bote del peligroso ácido de la planta química, y lo deja entre los cables. Al calentarse, el ácido bulle y destruye todo el mecanismo hasta que el ordenador
explota. Después, Superman pone a salvo a Gus y lo deja en una mina de carbón para que busque trabajo, pero antes de marcharse transforma con su superfuerza un trozo de carbón en un diamante
que le regala más tarde a Lana. Ya en el Planet, Lois ha regresado de sus vacaciones y le presentan a la nueva secretaria de Perry White, que no es otra que Lana. Y finalmente, para dejar todas las cosas como estaban, Superman vuelve a poner en su inclinación normal la torre de Pisa.
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Poco más le hacía falta a los Salkind que la confirmación de Christopher Reeve de que estaba dispuesto a volver a vestir el traje y calzarse las botas rojas de Superman para convencer a la Warner de la viabilidad de una tercera parte de la saga en la que ya no habría polémicas sustituciones de director de última hora ni ataduras hacia un guión previamente planteado y una ingente cantidad de metraje ya rodada. Tanto era así, que el libreto inicialmente desarrollado como propuesta para la tercera parte de ‘Superman’ (Richard Donner, 1978) nada tenía que ver con lo que hasta entonces se había visto en la saga, pero a los ejecutivos de la Warner no les agradó y volvieron a contar con el matrimonio Newman para la redacción del guión definitivo. Escrito por Ilya Salkind, el citado tratamiento inicial incluía a Brainiac, Mxyzptlk y
terminaría llegando a la Tierra huyendo de los celos de Brainiac, conociendo a Superman y enamorándose ambos inmediatamente. Brainiac desembarcaría entonces en nuestro planeta y controlando las emociones de Superman mediante un sofisticado artilugio, convertiría al hombre de acero en su antítesis, forzando a Supergirl a volver con el. Es entonces cuando harían aparición el peligroso duende de otra dimensión que es Mxyzptlk (en un papel para el que se había pensado en Dudley Moore), viajes en el tiempo a la Edad Media, torneos a caballo sin poderes superhumanos y una última y gargantuesca amenaza a la que el poder combinado de Superman y Supergirl pondría fin. Rechazada la propuesta, la idea de hacer una cinta de Supergirl terminaría tomando forma en el olvidable filme de Jeannot Szwarc producido por los Salkind. Así las cosas y con los Newman de nuevo a bordo (recordemos que Donner había tachado de ridículo lo que el matrimonio de guionistas había escrito para ‘Superman’, Richard Lester repitiendo en las labores de realización y prácticamente el mismo equipo técnico que los Salkind habían utilizado para ‘Superman II’ (Richard Lester, 1980) volviendo a colaborar en la producción, fue una decisión ejecutiva de los productores la que terminaría por marcar a fuego lo que ‘Superman III’ ofrecería a los espectadores cuando se estrenó en el verano de 1983. Y esta no fue otra que contar con Richard Pryor como co-estrella del filme:
el cómico había declarado en el show de Johnny Carson lo mucho que le había gustado ‘Superman II’ y lo que le encantaría poder participar en una futura entrega de la saga y a los Salkind les faltó tiempo para contratarlo de cara al tercer episodio de la franquicia con tal de garantizarse pingües beneficios dada la legión de seguidores que Pryor arrastraría a los cines. Horrenda decisión donde las haya, no hay ya en ‘Superman III’ nada de lo que hizo grande al personaje en su primera parte y parcialmente, en su segunda: el guión de los Newman es una patochada larga y carente de carisma que va insertando las estúpidas escenas puestas al servicio del lucimiento de un inofensivo Pryor en una trama en la que éste interpreta a un inesperado genio de la informática contratado por el ambicioso villano de turno (un Robert Vaughn que no deja de ser pálido remedo del Lex Luthor interpretado por Gene Hackman). La inclusión del nuevo interés romántico que implica la sosísima Lana Lang sólo sirve para que echemos en falta el desparpajo de Lois Lane y lo único realmente salvable de un filme cuyos efectos visuales acusaron sobremanera la bajada de
presupuesto con respecto a ‘Superman II’ (de 54 millones se pasó a 39), es el descenso a los infiernos de Superman y el enfrentamiento entre la versión “mala” del superhéroe y Clark Kent, momento en el que se atisba algo del discurso metafísico que tanto había caracterizado a la cinta de Donner. Junto a una simpática secuencia de créditos iniciales, dicho duelo se alza como lo mejor de una cinta que toca fondo en la absurda definición de sus villanos y sobre todo, en un clímax que da vergüenza ajena y resulta tan poco creíble (no hay quién se trague que un ordenador puede con el último hijo de Krypton) que es doloroso pensar que sólo un lustro atrás Superman nos había hecho soñar con que un hombre podía volar. Poco podíamos imaginar lo que todavía nos quedaba por sufrir.
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