domingo, 27 de julio de 2014

BATMAN FOREVER

Director: Joel Schumacher, Guión: Janet y Lee Batchler y Akiva Goldsman, Productor: Tim Burton, Musica: Elliot Goldenthal, interpretes: Val Kilmer (Batman / Bruce Wayne), Chris O'Donnell (Robin / Dick Grayson), Jim Carrey (Edward Nygma/Riddler), Tommy Lee Jones (Harvey Dent/Two Face), Nicole Kidman (Dra. Chase Meridian), Michael Gough (Alfred Pennyworth), Pat Hingle (Comisionado Gordon), Drew Barrymore, Debi Mazar. La película empieza con Batman usando un nuevo traje y Batmóvil dirigiéndose al banco de Gotham City para enfrentar una crisis de rehenes a causa de Dos Caras (Tommy Lee Jones), antes de entrar
 al banco llega a Gotham una psicóloga que trabajará con el departamento policial para estudiar la psique doble de Harvey Dent. Ella es la Doctora Chase Meridian (Nicole Kidman). Dos Caras le tiende una trampa a Batman; amordaza al vigilante del Banco en la bóveda para que Batman entrase y quedara encerrado, Dos Caras dice "con carnada viva se atrapa a un murciélago". Batman cae en la trampa luego de enfrentarse a
 matones al servicio del villano, Dos Caras desde un helicóptero roba la bóveda con Batman y el vigilante adentro y ahí mismo derrama ácido adentro para matarlos a ambos. Batman con dificultad logra abrir la bóveda y poner al guardia a salvo, pero el
 héroe queda colgando del helicóptero en un vano intento de detener a Dos Caras, quien logra escapar. Al día siguiente Bruce Wayne (Val Kilmer) rechaza un experimento a Edward Nygma (Jim Carrey), un científico que trabaja en Empresas Wayne; su invento era un extraño aparato capaz de controlar las ondas cerebrales a voluntad al capturar las ondas de TV. Bruce lo rechaza debido a que su invento puede ser muy arriesgado y que
 generaría dudas y interrogantes éticas. Al rato Bruce viendo la Bati-señal, se dirige a la Batcueva para ver la situación. Luego se da cuenta que la Dra. Meridian ha puesto la señal para atraerlo y confesarle su interés profesional y amoroso, en medio de la conversación ambos hicieron comentarios que hacían referencia a Catwoman. Batman intenta resistirse a los encantos de la doctora pero no puede negar que siente lo mismo por ella. Más tarde Nygma, se había quedado trabajando hasta tarde, decidido a mostrarle a Bruce que su invento no era arriesgado y es descubierto por su supervisor Fred Stickley (Ed Begley, Jr) y Nygma lo usa como su «conejillo de indias» para probar su invento, Nygma usó su invento para robar la inteligencia a Stickley, después de la prueba Stickley amenaza con denunciar a Nygma a las autoridades y lo despide, Nygma lo arroja desde una ventana alta al río matándolo y se dirige a las cámaras de seguridad para no dejar rastro de lo sucedido. En la mañana siguiente, Bruce ve la historia de Dos Caras; tras la fuga de éste del Asilo Arkham, donde permanecía encerrado. Dos Caras fue Harvey Dent, fiscal del distrito de Gotham que en un juicio contra el mafioso Salvatore Maroni (Dennis Paladino), éste derramó ácido sobre la cara de Dent, desfigurándole la mitad de su rostro. Esto llevó a Dent a volverse loco y a partir de entonces emprendió una carrera criminal basada en la dualidad. Bruce y Alfred reciben una llamada del Comisionado Gordon (Pat Hingle) que les dice sobre un accidente en las Empresas Wayne. Bruce se dirige al lugar donde escucha la noticia de que Fred Stickley se había suicidado,
 Nygma fingía llorar su muerte mientras que Bruce y Gordon ven en las cámaras de seguridad, en lugar de ver el experimento realizado por Nygma y cuando este mata a Stckley, ven a un Stickley desesperado que se quita la vida arrojándose de la ventana. Uno de los asistentes del Comisionado le entrega a ambos una carta escrita por Stickley (en verdad escrita por Nygma usando su letra) donde decía "adiós mundo cruel". Bruce no está muy convencido de que Stickley se haya suicidado y junto a su secretaria Maggie (Kimberly Scott) descubren una adivinanza dejada secretamante por Nygma en su despacho. Esa noche Nygma se dirige a su hogar para preparar la siguiente adivinanza, su habitación está llena de fotos de Bruce Wayne y muñecos con ropa verde y signos de interrogación. Ya preparado el acertijo, Nygma lo deja en las puertas de la mansión Wayne. A la mañana siguiente Bruce se dirige a la Jefatura de Policía, donde el Comisonado Gordon le había aconsejado con la Dra Chase Meridian, antes de entrar Bruce oye que Chase está dando golpes,
 creyendo que ella estaba en problemas derriba su puerta para ver que a lo que le estaba dando golpes era un saco de boxeo. Bruce se disculpa y se conoce con la hermosa doctora, ella al ver los acertijos diagnostica que el remitente es un loco de remate; una persona obsesionada por Bruce a tal punto de querer matarlo para matar su fijación. Bruce ve una muñeca guardiana de sueños malaya (según el mito, la muñeca protege a la persona de sus pesadillas), Chase nota tristeza en Bruce, quien disimula y la invita al circo de caridad de Gotham. Bruce y Chase asisten al circo de Gotham, Chase le cuenta a Bruce que se enamoró de Batman y ven a una familia de acróbatas conocidos como los Flying Graysons (Grayson Voladores en España y Tapia Voladores en Hispanoamérica), luego el hijo menor Dick (Chris O'Donnell) hace un salto mortal sin la red de seguridad. Luego el presentador del circo es secuestrado por Dos Caras y este hace su presentación
poniendo una bomba de tiempo con dos minutos para que alguno de los presentes revelara su identidad de Batman, Bruce le grita que es el pero la gente que gritaba de pánico hizo que el villano no lo escuchara. Bruce empieza a golpear a los secuaces de Dos Caras mientras que los Grayson intentan sacar la bomba, Dos Caras da muerte a la familia de acróbatas y escapa dejando sólo a un hijo; Dick (en Hispanoamérica Ricardo) quien salvó la vida de la gente
del circo al sacar la bomba y tirarla al río. En la mañana siguiente Bruce adopta al joven Grayson pero este no quiere quedarse mucho tiempo, este decidido a vengar a sus padres matando a Dos Caras, Bruce vanamente lo intenta disuadir de su decisión. Bruce lo convence de quedarse y este al ver las fotos de sus padres empieza a sentir su recuerdo y lo compara con lo sucedido a los padres de Dick diciendo "está pasando de nuevo, un monstruo sale de la noche, un grito y dos disparos, yo los maté", Alfred
 sorprendido de las palabras de Bruce intenta calmarlo, en ese momento sale la Batseñal, Bruce decide ir a la acción mientras que Alfred cuidaría a Dick. Mientras Batman hace frente a Dos Caras, Dick se instala en la habitación dada por Bruce, Alfred ve el dibujo de un petirrojo en el casco de motociclista de Dick, el le cuenta que hacia un tiempo la cuerda de su hermano se rompió de una gran altura y Dick logró salvarlo y que había volado como un petirrojo (en latino su padre como premio por su hazaña le dio un petirrojo al que llamó Robin). Alfred lo alienta diciendo que alas heridas se curarían y que Robin volvería a volar. Por otra parte, y como venganza, Edward adopta el apodo de Riddler (Enigma en España y El Acertijo en Hispanoamérica) para acabar con Bruce Wayne, localiza a Dos Caras y ambos forman alianza. Dos Caras antes quiere matarlo por entrar a su escondite sin permiso pero Riddler le propone robar dinero para producir más cajas (su invento rechazado por Bruce) a cambio de revelar la identidad de Batman. Ambos villanos roban casinos, joyerías, etc y Batman
 nunca estuvo para detenerlos. Cuando Bruce veía las noticias matutinas de ambos villanos, Alfred le trae otro acertijo, Bruce intenta averiguar que conectaba a los tres acertijos enviados sin éxito. Dick intenta abrir una puerta cerrada, Alfred le dice que es el cuarto de la platería pero aprovechando un descuido de Alfred descubre la entrada a la Batcueva. Por otra parte Edward anuncia la creación de Nygmatech promocionando su invento diciendo que el espectador sentiría la emoción de la TV en 3 dimensiones,
 ahora con el edificio de NygmaTech como guarida, Acertijo y Dos Caras se alimentaban de la inteligencia de los ciudadanos. El edificio Nygmatech era un enorme complejo hecho con el dinero robado ubicado en Claw Island en Gotham con una enorme Caja encima del edificio la cual tenía un control inalámbrico con el que Riddler se alimentaba más de las ondas cerebrales. Mientras Chase y Bruce tienen una cita, Chase le regala una guardiana de sueños a Bruce, este la acepta pero Bruce al ver fotos de Batman en su escritorio finge sentir celos, Chase le dice que la persona que era Batman hacia su lucha como penitencia por algún mal que cometió, justo cuando se besaban, Alfred llama a Bruce diciendo que Dick se había "ido de viaje" y se había llevado "el auto". Dick había robado el Batmóvil y se había ido a las calles más peligrosas de Gotham para rescatar a una joven asaltada por una pandilla,
 hasta que llega Batman y se lleva a Dick a la Batcueva. Dick aun insiste en vengarse de Dos Caras pero Bruce le advierte que si se venga su dolor no se ira, buscara a otro y a otro y un día se dará cuenta que su vida se ha convertido en venganza. Dick le dice a Bruce que un maníaco no mató a su familia, pero Bruce le dice que si y que ellos dos son iguales, pero de nada sirve que Bruce intente
 disuadir a Dick. Una noche Bruce es invitado a una fiesta ofrecida por Edward en el Ritz de Gotham, Bruce asiste con Chase y Dick. Edward promociona una nueva caja con fantasías interactivas, Bruce desconfiando del invento de Edward dice que si es capaz de crear esas fantasías que impediría que robara imágenes del cerebro humano, mientras Edward invita a bailar a Chase, Bruce intenta apagar el invento y luego probarlo, Sugar (Drew Barrymore), la novia del lado bueno de Dos Caras y acompañante de Edward enciende de nuevo la caja y Bruce entra en un trance hasta que Dos Caras y su novia mala Spice (Debi Mazar) llegan provocando un caos. Bruce secretamente baja al primer piso donde Alfred le tiene preparado su Batitraje. Batman llega y
 controla la situación y Chase lo invita al balcón de su departamento, mientras que Dick también baja al auto donde Alfred le da su "traje" (su antiguo traje de acróbata muy igual al del Robin original). Batman obliga a huir a Dos Caras al subterráneo en construcción de la ciudad donde el villano intenta matar al héroe pero este es salvado por Dick. Más tarde Bruce furioso reprocha a Dick su disparatada actitud y Dick le ofrece ser su compañero en la lucha contra el crimen. Bruce le reprocha también a Alfred el hecho de alentar al joven, pero Alfred le responde que Dick siendo igual a Bruce no necesita alientos sino guía y viendo que Chase era su alternativa a sanar sus heridas decide ir a su departamento. Ella cubierta con solo una sábana le confiesa que está enamorada de Bruce, Batman finge estar un poco triste pero al dar la espalda sonríe. Por otra parte Dos Caras siente frustración al darse cuenta que falló en matar a Batman pero Riddler muestra lo que Bruce Wayne tiene en su cerebro: murciélagos su principal temor. Así descubren que es Batman. Es destacable la crisis de identidad que el personaje principal sufre en este film; Wayne se plantea dejar de ser Batman al darse cuenta de que su ejemplo puede perjudicar al joven Dick Grayson y porque al salvar a cualquier ciudadano no hubo nada a cambio.
 Frustrado Dick huye de la mansión. Chase llega a la mansión para cumplir su cita con Bruce en un Halloween que seria horrible más tarde. Mientras Alfred daba dulces a los niños, Bruce le cuenta a Chase que el día del funeral de sus padres el salió corriendo por la lluvia con el diario de su padre, luego cae en una pequeña cueva y justo en ese momento un murciélago vuela hacia él, de ahí en adelante Bruce usaría su figura para inspirar miedo en los que cometieran el mal, diciéndole así a Chase que él es Batman.
 Fingiendo ser niños disfrazados, Dos Caras y Riddler encierran a Alfred en un armario y entran a la fuerza a la mansión Wayne, Chase y Bruce intentan vencer a los secuaces de Dos Caras, quien le había prometido a su compañero no matar a nadie por el momento, mientras que Riddler entra a la Batcueva y la destruye completamente junto con los Batitrajes, el Batmóvil, las
 computadoras, etc. Dos Caras le dispara a Bruce pero la bala le roza su frente dejándolo inconsciente mientras secuestraban a Chase y Riddler le dejaba otro acertijo, planeando humillar primero a Bruce antes de matarlo. Al día siguiente Bruce despierta y Alfred le da las malas noticias de lo sucedido anoche, por otra parte Riddler teniendo secuestrada a Chase la usaría como su carnada para atraer a Batman, justo cuando Gordon ponía la Batseñal, Riddler dibujaba un signo de interrogación encima de la señal hasta dejarla verde. Bruce descifra el último acertijo e intenta saber la conexión con los tres anteriores. Los acertijos conectaban de la siguiente manera: Acertijo 1: Si ves en los números de mi cara buscas el 13: Nada. Respuesta: un reloj. Acertijo 2: Saca uno y rasca y mi cabeza, negro es lo que antes rojo era. Respuesta: un cerilla. Acertijo 3: Nosotros 8 vamos siempre adelante para proteger al rey de todo atacante. Respuesta: peones de ajedrez Acertijo 4: Somos 5 cosas de las que se usan más, en canchas de tenis y fútbol nos encontrarás. Respuesta: vocales. Como cada acertijo tenía un número se dedujo que eran letras del alfabeto; 13 es M, 1 y 8= 18 que es la R y 5 que era la E, dando como resultado Mr.E. también traducido Mystery o Enigma. Al instante Bruce se da cuenta que el Riddler no es otro que el mismo Edward Nygma y que este había asesinado a Stickley y con fraude de computadora había simulado un suicidio. Bruce y Alfred se dirigen a una cámara de pruebas de la Batcueva donde Bruce usaría un mejorado traje de sonar de Batman y un nuevo Bati-arsenal; nuevos y mejorados Batarangs, ganchos de amarre y un nuevo Batboat y un nuevo Batwing. Decidiendo cual vehículo usar, llega Dick usando un traje diseñado por Alfred, Dick se
 convierte en Robin, el joven maravilla que acompañará a Batman en la lucha contra el crimen, Robin no promete no matar a Dos Caras pero Batman lo dejaría diciendo que cada hombre debe seguir su camino, una frase enseñada por el fallecido papá Grayson a su hijo y de este a Batman, quien acepta a Robin no solo como amigo sino como compañero. Robin usa el Batboat y Batman el Batwing para dirigirse al edificio Nygmatech. Cuando Gordon perdía la esperanza de que viniera Batman justo pasa este en su vehículo devolviendo la esperanza. Dos Caras y Riddler al percatarse de la llegada de ambos héroes, simulan jugar guerra de barcos para hundir a Robin, Dos Caras da al blanco destruyendo el
 Batboat pero Robin logra salir a tiempo y el Batwing es derribado por Riddler, justo cuando Robin intentaba ser secuestrado por secuaces de los villanos, Batman transforma el Batwing en el Batsubmarino, rescata a su compañero, captura a los secuaces y logran llegar a la isla donde esta la guarida de los villanos. Batman accidentalmente entra debajo del edificio donde hay una fosa con púas mortales, mientras que Robin intentaba vengarse de Dos Caras, este estando a punto de caer de una gran altura es salvado por el joven maravilla prefiriendo llevarlo a la justicia pero en su
 ingenuidad y nobleza es secuestrado. Batman con dificultad logra subir al edificio donde Riddler lo puso a elegir a quien iba a rescatar; a su amor Chase o a su compañero y amigo Robin. Batman sabiendo que no lograría salvar a ninguno le hace un acertijo a Riddler; "yo veo sin ver, en mi la oscuridad es tan clara como el día". Riddler responde que es un murciélago y Batman arroja un sonar batarang al control inalámbrico de la Caja provocando una reacción en cadena que destruye así el edificio. Riddler (con una sobrecarga de ondas cerebrales que lo hace perder la cordura) usando su bastón hace que Chase y Robin caigan a la fosa y en un momento de suspenso Batman logra salvarlos a ambos. Con ambos sanos y salvos llega Dos Caras
 decidido a matarlos a los tres, Batman lo convence de arrojar su moneda a la suerte antes de matarlos, al lanzar la moneda nuestro héroe arroja hacia el varias monedas parecidas, Dos Caras en su desesperación cae a la fosa hasta morir donde justo en su mano muerta cae una de las monedas. Batman se acerca después a un
 derrotado Riddler y le dice que es ambos Bruce Wayne y el héroe, no porque sea obligación sino porque ha escogido serlo. Cuando Batman lo toma prisionero, Riddler asustado ve la misma sombra del murciélago que Bruce había visto años tras. Al final, en el Asilo Arkham, el Dr Burton (Rene Auberjonois) le informa a la Dra Meridian que Nygma conocía la identidad secreta de Batman, cuando ella le pide a Nygma que se lo diga, él se autoproclama
 como Batman aun en su obsesión por Bruce Wayne. Después de que la psicóloga sale del manicomio y le dice a Bruce que su identidad está a salvo, Bruce le agradece el haberlo ayudado a enfrentar sus miedos, el haberle dado un hermoso sueño y ambos
 expresan su amor, él se redime y se ve como al salir la Batseñal aparecen las sombras de Batman y Robin corriendo para hacer frente a las fuerzas del mal.
+++++
Arriesgarlo todo y tratar de sacar a flote un barco que parecía inseguro e inestable dando un golpe de timón o abandonarlo antes de que se hundiera definitivamente con la tripulación a bordo. Ésas eran las dos únicas opciones que en 1992 contemplaban los productores ejecutivos Benjamin Melniker y Michael Uslan tras el estreno de Batman Vuelve. Desde que en 1979 ambos decidieran hacerse con los derechos para llevar a la gran pantalla al Señor de la Noche habían vivido mil y una aventuras dignas de ser plasmadas, por lo rocambolescas e increíbles, en alguno de los cómics del personaje de la ‘Silver Age’. Tras una década de obstáculos y esfuerzo habían logrado, por fin, materializar el proyecto y llevar al personaje a las salas de cine de todo el mundo. Y lo habían hecho, además, con un éxito mucho mayor del que ninguno de ellos hubiera podido siquiera imaginar, ni en sus previsiones más optimistas. Tanto a nivel de crítica como de público (por no hablar de los beneficios comerciales generados por el ‘merchandising’), Batman se había convertido en el referente que todos los que desearan llevar alguna vez a cabo la adaptación cinematográfica de las historias de un superhéroe deberían tener en cuenta. El Superman de Richard Donner había
 sido el que había descubierto el camino, pero, como ya pasara en los ‘comic-books’ medio siglo atrás, había sido el Murciélago el primero en seguir con éxito la senda marcada por el kryptoniano y en convertirse en el ejemplo a seguir por todos los que vinieran después de él. Y si Batman, a pesar de todas las calamidades y de todos los contratiempos, había logrado cosechar unos excelentes resultados, lo lógico para los productores era continuar en la misma línea ya trazada, realizando nuevas películas del personaje que agradaran a los fans, engancharan al resto del público y siguieran reportando beneficios al estudio. Sin embargo, las dificultades no finalizaron con el estreno del primer largometraje de Batman de esta nueva era (no hay que olvidar que, anteriormente, ya había habido tres versiones más: en 1943, 1949 y 1966), pues el proceso de producción de la secuela del filme de 1989 se hizo casi tan tortuoso como el de su precursora. Y, lo que era peor aún, los sacrificios realizados en esa ocasión no se habían visto traducidos, como sí ocurrió en el primer caso, en unos abundantes ingresos que los hicieran olvidar y los recompensaran. A pesar de que el presupuesto se había duplicado con respecto a la primera, a pesar de que se había logrado (después de numerosos intentos) contar de nuevo con Tim Burton en la dirección y a pesar de que la crítica había sido más favorable con Batman Vuelve que con su predecesora, los resultados no habían acompañado en la medida en que la Warner había previsto.
 Melniker y Uslan, que habían arriesgado apostando por Burton en Batman y habían ganado, veían cómo repetir la apuesta les había hecho, incomprensiblemente, perder en la segunda parte. No había sido un fracaso absoluto, ni mucho menos (es necesario tener presente que hoy, más de doce años después de su estreno, Batman Vuelve sigue estando entre las cien películas más taquilleras de toda la historia del cine), pero tampoco había producido unos ingresos acordes con las expectativas que había generado. Los productores debían en ese momento decidir si era conveniente rodar una tercera parte de la franquicia u olvidarse de ella antes de que se convirtiera en un sonoro fracaso. Y, movidos a partes iguales por el interés de seguir explotando su inversión mientras ésta resultara rentable y por el vínculo que los éxitos y los obstáculos habían ido generando entre la compañía y el personaje, la productora apostó por continuar con la producción de la cinta (prevista ya desde antes de que se distribuyera a los cines la segunda). Pero, tan claro como los responsables del proyecto tenían que debía haber un tercer filme del Señor de la Noche, también tenían claro que era necesario hacer cambios si no se quería tropezar de nuevo con la misma piedra. Con Batman, Tim Burton se había ganado una confianza que le había llevado a controlar por completo todo lo relacionado con Batman Vuelve. Y si esta última había fallado, Warner Bros. no tenía dudas sobre quién era el máximo responsable. Excesiva complejidad, lobreguez y falta de espectacularidad y acción. Prácticamente todas las críticas de la secuela tenían como denominador común esos tres elementos. Y parte de la prensa que había alabado a Burton con su primera película del Murciélago y que, incluso, había acogido la segunda con comentarios favorables, comenzaba a cuestionar al cineasta. El crítico del Chicago Sun Times, Roger Ebert, afirmó en su reseña de Batman Vuelve que estaba convencido de que Burton era “un buen director”, pero terminaba su artículo lanzando una pregunta al aire: “¿es el apropiado para Batman?”. La respuesta de la
 productora fue rotunda y tajante. El realizador que había rodado el primer filme del personaje y que, pese a sus reticencias iniciales a grabar el segundo, había incluso acabado planeando cómo sería el tercero, no continuaría ejerciendo la dirección. La decisión, considerada una mala e injusta noticia por una parte de los aficionados, no fue sin embargo difícil de entender por quien ya sabía lo que era tener que rechazar a alguien en defensa de los criterios e intereses propios. Y, de esa forma, aprendió también lo que la otra parte sentía al ser rechazada: “Creo que les interesa tener otro punto de vista del asunto. Sigo relacionado con el proyecto porque ese universo me importa mucho. Me siento muy cerca de Batman y estoy dispuesto a dar todo tipo de consejos si lo desean. Pero tengo que distanciarme un poco porque, al fin y al cabo, Batman les pertenece”. Tim Burton, que se había visto obligado a reemplazar a gente tan competente como Sam Hamm, Roger Pratt, Ray Lovejoy o Anton Furst en la producción del segundo filme del Murciélago, no podía ocultar su amargura al verse desplazado de la dirección de ese proyecto que tanto le importaba. Empleando una de sus inquietantes y extrañas comparaciones, el cineasta aseguró que se sentía “como si hubiera criado un niño y lo viera ahora volar con sus propias alas”. Por su parte, el problema que se le planteaba a la productora, en este caso, era otro muy distinto. Y es que, ¿qué punto de vista era el más conveniente y el que más necesitaba la franquicia una vez que Burton dejara vacante la silla de director y pasara (más ficticia que realmente) a ocupar el cargo de productor? Excesiva complejidad, lobreguez y falta de espectacularidad y acción. Si ésos eran los mayores errores del realizador anterior, la productora consideró que el mejor medio para evitar repetirlos era optar por alguien que le imprimiera un sello mucho más llamativo, ligero y entretenido al personaje, explorando otros aspectos en los que Burton y su equipo no habían profundizado o bien lo habían hecho con escasa fortuna. Sin embargo, contratar a un director que lograra al mismo tiempo distanciarse del trabajo del anterior lo suficiente como para volver a captar la atención del público pero no demasiado como para no espantar a los que aquél había convencido (o incluso cautivado), no era tarea fácil. Muchos eran los cineastas que estaban deseando hacerse cargo de ese puesto y que se ofrecían como directores (entre ellos un Sam Raimi prácticamente desconocido que venía de firmar filmes de serie B tan prescindibles como Evil Dead: Posesión Infernal, Terroríficamente Muertos o El Ejército de las Tinieblas), pero ninguno parecía adecuado para hacerse con tal responsabilidad. A pesar de lo cual, en cuanto alguien sugirió el nombre de Joel Schumacher, nadie vio ninguna objeción en que él fuera el encargado de filmar la tercera parte de la saga cinematográfica del Señor de la Noche. Joel Schumacher había comenzado su carrera
 en el cine como guionista de películas menores y de escasa difusión (Sparkle, Car Wash, The Wiz...), debutando como director con la cinta La Increíble Mujer Menguante (Incredible Shrinking Woman, 1980). Posteriormente, la calidad de sus obras fue poco a poco ascendiendo con St. Elmo’s, punto de encuentro (St. Elmo’s Fire, 1985), Jóvenes ocultos (The Lost Boys, 1987) y Un toque de infidelidad (Cousins, 1989), hasta llegar a un cine mucho más popular y mayoritario con Línea Mortal (Flatliners, 1990), Elegir un amor (Dying Young, 1991) y Un día de furia (Falling Down, 1993). Pero no fue hasta el estreno de El cliente (The Client, 1994) cuando Schumacher empezó a hacerse realmente conocido entre el gran público como un cineasta capaz de ofrecer productos entretenidos y eficaces, dentro de los parámetros más estrictamente comerciales pero algo superiores a la media de las producciones habituales. Melniker y Uslan, que aún recordaban con amargura los esfuerzos que les había costado la contratación de Tim Burton tanto para la primera película del Murciélago como, especialmente, para la segunda, se vieron gratamente sorprendidos por la positiva e inmediata respuesta del director, quien no sólo no impuso condiciones al estudio sino que incluso, a diferencia de su antecesor, aceptó la oferta sin tener una historia en la que basar su decisión. “Con la tercera película había mucha presión. El futuro de la franquicia estaba en peligro después de la segunda entrega, porque a la gente le había parecido demasiado oscura e inquietante. Y, debido a las realidades del cine comercial, la franquicia estaba en auténtico peligro. Pero Joel tomó la decisión sin ningún temor”, recordaría posteriormente el guionista Akiva Goldsman. Mientras Schumacher comenzó a seleccionar a los miembros de su equipo, la productora encargó a Lee y Jane Scott Blatcher un boceto de guión con el que poder empezar a trabajar. Más tarde, ese borrador sería reescrito por Goldsman, quien se convertiría en el escriba elegido por el propio director. El guionista, que había sido el responsable del guión de la última película de Schumacher y de Un testigo en silencio (Silent Fall, 1994), trabajó sobre la base de lo escrito por los Blatcher, reciclando al hacerlo algunas de las ideas de Sam Hamm que finalmente habían sido desechadas en el rodaje de Batman Vuelve (como, por ejemplo, que los villanos lograran acceder al interior de la mansión Wayne y de la Batcueva) o adaptando el plan que Tim Burton había ido desarrollando poco a poco (mientras rodaba la segunda película del Señor de la Noche, Burton había estructurado mentalmente los filmes como una trilogía en la que Batman conseguiría primero vengar la muerte de sus padres, después le embargarían las dudas sobre su misión y finalmente se redimiría abandonando su lucha contra el crimen en la tercera y última película que pondría el broche final a la franquicia).  A diferencia de sus antecesores en el puesto, Akiva Goldsman no se basó en ningún ‘comic-book’ del personaje para elaborar su guión, incluyendo únicamente algunos guiños muy básicos a los aficionados de un Bat-universo que, después de alcanzar las más altas cotas de calidad y brillantez en la segunda mitad de los años ochenta, había ido perdiendo fuerza y genialidad hasta convertirse en una serie de títulos poco atractivos y nada destacables. La serie de animación de Bruce Timm, Alan Burnett, Jean MacCurdy y Eric Radomski, Batman: The Animated Series, era la que en ese momento acaparaba la atención de los seguidores del Murciélago, en detrimento de unos cómics que se habían vuelto aburridos e insulsos, y que incluso tenían que recurrir a ella utilizando sus personajes (como, por ejemplo, la agente de policía Renee Montoya) para poder captar a un mayor número de lectores. La popularidad de la serie fue tal que, incluso, aprovechándose de la publicidad generada por Batman Vuelve y antes de que comenzara el rodaje de la tercera parte, Warner Bros decidió encargarle al equipo responsable de la misma la producción de un largometraje con el objetivo de distribuirlo en video. La cinta, titulada Batman: La Máscara del Fantasma (Batman: The Mask of the Phantasm), con Melniker, Uslan, Timm, Burnett y Radomski como productores y el equipo habitual de la serie de animación como guionistas, animadores y dobladores, fue estrenada finalmente en cine el 25 de diciembre de 1993, logrando obtener un gran éxito de crítica y recibiendo el aplauso unánime de los aficionados del Señor de la Noche, que se mostraron encantados ante lo que consideraron la adaptación cinematográfica más cercana al original de las realizadas hasta la fecha, a pesar de no estar protagonizada por actores reales sino por dibujos animados, ni contar con un espectacular presupuesto como lo habían hecho las demás. Por su parte, DC continuó haciendo valer el tirón comercial de las películas lanzando nuevas series (Shadow of the Bat, con Alan Grant y Norm Breyfogle; Catwoman, con Jo Duffy y Jim Balent; Robin, con Chuck Dixon y Tom Grummet), dando libertad absoluta a los guionistas para, a pesar del abundante plantel de personajes ya existentes, crear nuevos héroes y villanos (como Spoiler o Mr. Zsasz) que actuaran
 como foco de atención, y preparando una macrosaga de gran trascendencia para el Bat-universo en la que Bruce Wayne sería derrotado por Bane, quien le dejaría paralítico y le obligaría a ceder el manto del Murciélago a un Jean Paul Valley (Azrael) que demostraría no ser merecedor de él, ahondando de paso en el concepto del personaje y en lo que Batman representa realmente. Sin embargo, la historia (que tuvo lugar en las colecciones de Batman, Detective Comics y, en menor medida, Shadow of the Bat, dividiéndose en los bloques “Kightfall”, “Knightquest” y “Knightsend”) se hizo demasiado extensa y perdió gran repercusión popular y mediática al coincidir en el tiempo con la saga de La muerte de Superman, que le robó gran parte de protagonismo y disminuyó su impacto en el público. Mientras tanto, alejado por completo de las historias de los cómics, Joel Schumacher comenzó el ‘casting’ de intérpretes reuniéndose en primer lugar con un Michael Keaton que ya tenía apalabrada con la productora su intervención en la tercera película del Murciélago para dar de nuevo vida al millonario Bruce Wayne y a su ‘alter ego’ Batman. No obstante, pese al acuerdo tácito (algunos rumores apuntaban a que, en caso de aceptar protagonizar el filme, al actor podría haber llegado a cobrar una cifra cercana a los quince millones de dólares), Keaton rechazó el papel por la falta de entendimiento con el realizador. A diferencia de la sintonía que mantenía con Tim Burton (“si Burton hubiera seguido en la dirección, yo habría representado a Batman hasta que él hubiese querido”, declararía posteriormente Keaton), la visión del
 personaje y de la historia que tenía el nuevo director no le convencieron en absoluto, lo que supuso que la productora se quedara sin protagonista principal y en una situación especialmente delicada. La primera opción de Warner Bros. para sustituirle pasó entonces por el renombrado Tom Hanks, cuya popularidad iba en aumento después de haber protagonizado Un, dos, tres...Splash! (Splash!, 1984), Despedida de soltero (Bachelor Party, 1984), El hombre con un zapato rojo (The Man with One Red Shoe, 1985), Esta casa es una ruina (The Money Pit, 1986), Big (por la que fue nominado al Oscar al mejor actor en 1988), La hoguera de las vanidades (The Bonfire of the Vanities, 1990) y Algo para recordar (Sleepless in Seattle, 1993), y cuyo caché no pararía de crecer gracias a los dos Oscar y los dos Globos de Oro consecutivos obtenidos por sus respectivos trabajos en Philadelphia (1993) y Forrest Gump (1994), lo que obligó a la productora a fijarse en otro actor. El elegido fue un Alec Baldwin cuyo nombre ya había sonado en las apuestas para hacerse con el papel en la primera cinta del Señor de la Noche. Cuando el acuerdo estaba ya a punto de cerrarse, Schumacher propuso al actor Val Kilmer, cuya interpretación del tísico Doc Holliday en Tombstone, la leyenda de Wyatt Earp (Tombstone, 1993) había llamado la atención del director. Kilmer había protagonizado ya numerosas películas, combinando comedia con acción y aventuras en una filmografía que comprendía obras como Top Secret! (1984), Top Gun (1986), La muerte golpea dos veces (Kill Me Again, 1990), Willow (1988), The Doors (1991), Extremadamente Peligrosa (The Real McCoy, 1993) y Amor a quemarropa (True Romance, 1993). Pese a que su capacidad interpretativa no fuera excesivamente reseñable, el aspecto físico del actor y su visión del personaje fue lo que finalmente convenció a Schumacher. En una anecdótica casualidad que gustaba de comentar, el intérprete conoció y aceptó la oferta de convertirse en el nuevo Batman (sin haberse leído siquiera el guión) cuando se encontraba de excursión en una cueva plagada de murciélagos en
 un país africano. Baldwin, por tanto, no llegó a firmar el contrato y tuvo que contentarse con protagonizar otra cinta de superhéroes, La Sombra (The Shadow, 1994), encarnando, casualmente, a un personaje cuya influencia sobre el guionista Bill Finger fue fundamental en la creación del propio Murciélago. La marcha de Keaton y la elección de Kilmer repercutieron indirectamente en el personaje femenino del largometraje, la doctora Chase Meridian (cuyo nombre se debe al juego de palabras que, en el original, hace referencia a la “caza” de Batman que realiza la psiquiatra en el filme), a la que iba a dar vida la actriz Rene Russo. La diferencia de edad entre ésta y el actor que finalmente portaría el manto del Señor de la Noche llevó a la productora a desechar esa idea, optando en su lugar, después de
 barajarse momentáneamente el nombre de Sandra Bullock, por la joven Nicole Kidman, que había participado en películas como Los bicivoladores (BMX Bandits, 1983), Calma Total (Dead Calm, 1989), Flirting, la primera experiencia (Flirting, 1991), Mi Vida (My Life, 1993), Malicia (Malice, 1993) y Todo por un sueño (To Die For, 1995). Por su parte, para representar al villano de la historia, Edward Nigma (“El Acertijo”), Warner contactó con Robin Williams, quien rechazó el papel a menos que el estudio le pidiera disculpas por lo ocurrido en 1987, con motivo del ‘casting’ de Batman. En aquel momento, la compañía le ofreció al actor interpretar al Príncipe Payaso del Crimen en la primera historia del personaje que iba a rodar Tim Burton. Williams no dudó ni un segundo e, inmediatamente, aceptó la proposición de la productora. Sin embargo, como él mismo desveló posteriormente en una entrevista concedida a la revista Playboy, aquello fue sólo una estratagema de los productores para meterle presión a un Jack Nicholson indeciso que no tenía claro si firmar o no el contrato, haciéndole ver que había varios actores deseando hacerse con el papel en caso de que él lo rechazara. Warner Bros.
 se negó a excusarse y, después de considerar brevemente las posibilidades de Brad Dourif, Bill Murray y Mark Hamill (quien se encargaba de doblar al Joker en la serie de animación del Señor de la Noche), se decantó por Jim Carrey, quien había actuado en las comedias Peggy Sue se casó (Peggy Sue Got Married, 1986), El Cadillac rosa (Pink Cadillac, 1989), Ace Ventura: un detective diferente (Ace Venture: Pet Detective, 1994) y Dos tontos muy tontos (Dumb & Dumber, 1994), pero cuyo salto a la fama se había producido de la mano de La Máscara (The Mask, 1994), película protagonizada por el alocado personaje de la editorial Dark Horse. Inicialmente, siguiendo las ideas que Tim Burton había concebido para el rodaje de un previsible Batman 3, el Acertijo sería el único villano que aparecería en el filme. No obstante, al abandonar aquél la dirección y asumirla Joel Schumacher, éste propuso que se incluyera también al siempre pospuesto Harvey Dent, convertido ya en Dos Caras. Aunque hubo algunos rumores que apuntaron a la posible reaparición de Jack Nicholson para dar vida al personaje  (algo que el productor ejecutivo Michael Uslan se encargó de desmentir en una conferencia en la Universidad de Indiana... aprovechando la ocasión, eso sí, para sorprender a los asistentes con la afirmación de que Nicholson volvería a aparecer en otra entrega de la saga), el papel del villano parecía adjudicado ya al actor Billy Dee
 Williams, quien había interpretado al fiscal del distrito en el primer Batman con la mente puesta en representar al criminal en una futura secuela. Las diferencias con el estudio le llevaron a no intervenir en Batman Vuelve, recayendo su papel (aunque con el nombre de otro personaje) en el actor Christopher Walken. Sin embargo, pese a no actuar en la secuela, Williams consiguió obtener entonces un pre-acuerdo con la productora para volver a representar a Dent en otra película de la serie, donde aparecería con el lado izquierdo de su rostro desfigurado, transformado en uno de los villanos más famosos del Bat-universo. A pesar de lo cual, como si de una maldición se tratara, Williams fue reemplazado finalmente también en la tercera, por decisión expresa de Joel Schumacher: “No lo consideré para el papel porque creo que él es un héroe”. Además de infravalorar la capacidad del actor para adaptarse al personaje, con estas declaraciones el director estaba olvidando por completo que, precisamente, uno de los papeles que mayor popularidad le habían dado al intérprete había sido el de Lando Calrissian tanto en El Imperio Contraataca (The Empire Strikes Back, 1980) como en El retorno del Jedi (Return of the Jedi, 1983), donde Williams encarnaba a un personaje que, como el propio Harvey Dent, se mostraba primero como un aliado de los héroes para más tarde revelarse como un cómplice de los villanos. Schumacher le ofreció el puesto a Tommy Lee Jones, con quien ya había trabajado en El cliente y cuyo repertorio cinematográfico
 incluía obras como Los ojos de Laura Mars (Eyes of Laura Mars, 1978), Pájaros de fuego (Fire Birds, 1990), JFK: Caso abierto (JFK, por la que fue nominado al Oscar como mejor actor secundario en 1991), Alerta Máxima (Under Siege, 1992), El fugitivo (The Fugitive, cinta que le hizo ganador del Oscar y del Globo de Oro al mejor actor secundario en 1993), Las cosas que nunca mueren (Blue Sky, 1994), Asesinos natos (Natural Born Killers, 1994) y Cobb (1994). Jones, actor veterano y de numerosos recursos, aceptó la oferta y pasó a engrosar así una lista de villanos a los que a punto estuvo de sumarse un cameo del doctor Jonathan Crane (El Espantapájaros), que fue finalmente desechado por considerarse que serían demasiados enemigos para el protagonista. Por último, se acordó que en este filme sí que tendría lugar, definitivamente, la aparición en la gran pantalla del personaje de Robin. Y sería Marlon Wayans (cuya elección había causado en su momento cierta polémica a causa del color de su piel) el encargado de darle vida, después de haberse caído del equipo de rodaje de Batman Vuelve en el último momento, tras haber llegado incluso a vestir
 el uniforme del petirrojo. Sin embargo, pese a tener un acuerdo con la productora que garantizaba su presencia en Batman 3, de nuevo Joel Schumacher intervino para rechazar al actor previamente seleccionado, pidiendo que fuera sustituido. Wayans trató por todos los medios de que se cumpliera el contrato que había firmado con Warner Bros., a pesar de que la decisión del cineasta parecía firme e inamovible. A la productora no le quedó entonces más remedio que pagarle al actor (lo mismo que ocurrió con Billy Dee Williams) la cantidad que habían estipulado por un trabajo que finalmente no llegaría a realizar. De esa forma, se inició un ‘casting’ para elegir al Chico Maravilla en el que un Charlie Sheen con más de veintiséis años le suplicó a Michael Uslan que le diera el papel con el que él siempre había soñado. Más razonable y consecuentemente, Scott Speedman trató de hacerse con el personaje, pero la decisión acabó centrándose en los nombres de Leonardo DiCaprio y Chris O’Donnell. Ninguno de
 los dos era excesivamente conocido por aquel entonces, aunque DiCaprio había intervenido, además de en algunas series de televisión muy populares, en Critters 3 (1991), ¿A quién ama Gilbert Grape? (What’s Eating Gilbert Grape?, 1993) y Vida de este chico (This Boy’s Life, 1993), y O’Donnell había aparecido en Los hombres no abandonan (Men Don’t Leave, 1990), Tomates Verdes Fritos (Fried Green Tomatoes, 1991), Esencia de mujer (Scent of a Woman, 1992), School Ties (1992) y Los tres mosqueteros (The Three Musketeers, 1993). Al sentirse incapaces de elegir a uno de ellos, los productores decidieron acudir a una Comic Con (convención de aficionados del ‘comic-book’) y encuestar a varios chavales de unos  once años (quienes formaban el segmento del público que el estudio consideraba como potencial audiencia mayoritaria), preguntándoles quién de los dos actores ganaría, en su opinión, una hipotética pelea. La respuesta fue contundente: prácticamente ninguno de los interrogados dio como vencedor del combate a DiCaprio, lo que hizo que el papel, a pesar de que este último ya había llegado a hacer pruebas de imagen con el uniforme de Robin, recayera finalmente en Chris O’Donnell. Como ya sucediera con el personaje femenino principal, la edad de Kilmer afectó también de forma indirecta a la relación existente entre Dick Grayson (‘alter ego’ del Chico Maravilla) y su mentor Bruce Wayne, tal y como apuntó el propio O’Donnell en una entrevista: “En un principio, con Michael Keaton en la película, iba a ser más del estilo padre e hijo, pero (con Kilmer) se convirtió en una relación hermano mayor-hermano menor”. Para mayor desgracia de los aficionados, los cambios con respecto a lo plasmado en los cómics no se quedarían sólo en eso... El ‘casting’ lo cerraron Pat Hingle (quien de nuevo repetiría su papel del comisario James Gordon), Michael Gough (que volvería a dar vida al mayordomo Alfred Pennyworth), Drew Barrymore (quien encarnaría a Sugar, una de las dos novias cinematográficas
 de Harvey Dent) y Debi Mazar (que interpretaría a Spice, la otra compañera de Dos Caras). Comenzó entonces una grabación en la que, pese a no contar con la presencia de Tim Burton en la dirección ni tener que sufrir una sustitución de la actriz principal como parecía exigir la “costumbre”, los desastres y los imprevistos característicos de los dos filmes anteriores volvieron a sucederse desde el inicio hasta el final del rodaje. Para empezar porque, pese a haber sido elegido por el propio realizador desbancando incluso a otros actores, Val Kilmer y Joel Schumacher se enfrentaron en varias ocasiones en el set de rodaje, provocando numerosas disputas e incluso llegando a enzarzarse en una ocasión a empujones que estuvieron cerca de pasar a mayores. Al crispado ambiente hubo que sumar además los accidentes provocados por Chris O’Donnell cuando insistió en pilotar él mismo el Batmóvil (que acabó estrellando contra un bordillo, abollando su parachoques) y por Jim Carrey mientras aprendía a manejar una grúa (lo que finalizó con la base de más de una decena de aparatos estropeada y parte del decorado completamente destruido). Por si esto fuera poco, la compañía de restaurantes de comida rápida McDonald’s, uno de los mayores patrocinadores de la cinta, no cejó en su empeño de aparecer en la película de una u otra manera (en Batman Vuelve, tras muchas presiones, había logrado que el nombre de la empresa apareciera en el guión definitivo y que Danny DeVito lo pronunciara en mitad de un diálogo). Así, después de numerosas insistencias, la cadena consiguió que, en pleno decorado de la imaginaria ciudad de Gotham, apareciera uno de sus locales en la secuencia en la que Chris O’Donnell conducía el Batmóvil, pese a no lograr, por decisión del director Joel Schumacher, que esa imagen se mostrara en primer plano, como era su deseo. Y aunque para el diseño de producción creado por Barbara Ling (responsable del de Tomates Verdes Fritos) se lograran aprovechar los decorados exteriores, creados por Bo Welch para Batman Vuelve, empleados en la secuencia en que Max Shreck (el personaje al que daba vida Christopher Walken) desaparecía, transformándolos en Batman 3 en el refugio de Dos Caras, y para la mansión Wayne sólo tuviera que modificarse el escudo que decoraba la entrada principal del Instituto de Arquitectura Naval de Long Island (Nueva York), la directora de producción tampoco iba a conseguir librarse de los problemas que acompañaron al resto del equipo durante el rodaje, haciendo reaparecer con ello viejas polémicas. Y es que las primeras imágenes de los nuevos uniformes de Batman y Robin causaron un prácticamente unánime malestar entre el público y, especialmente, en los aficionados, al serles incorporados unos extraños y llamativos pezones a los trajes de neopreno que Val Kilmer y Chris O’Donnell lucirían en el filme. Los fans del Señor de la Noche, como ya hicieran con la elección de Michael Keaton en Batman y de Marlon Wayans en Batman Vuelve, volvieron a inundar las oficinas de la productora de protestas por la ridícula y gratuita falta de respeto que esos diseños suponían a la imagen del personaje. Sin embargo, Schumacher no cedió ante las críticas y mantuvo las creaciones de Ingrid Ferrin y Linda Booher-Ciarimboli, al haber sido él mismo quien había propuesto que los disfraces de los héroes tuvieran una apariencia más “anatómica”. Y prácticamente lo mismo ocurrió con el más que controvertido pendiente que se decidió que Chris O’Donnell llevara en la película para dar una imagen de “modernidad”, lo que le valió los reproches, además de los aficionados, de Bob Kane, uno de los creadores del personaje. El “No te preocupes, lo llevo en la oreja izquierda” con el que el actor que iba a interpretar a Dick Grayson le respondió irritó aún más a un Kane que se daba cuenta de que su papel en la franquicia se había reducido a la más mínima expresión, habiendo pasado de ser asesor en la primera cinta a ser olvidado por Tim Burton en la secuela (donde perdió la oportunidad de hacer el añorado cameo que tanto deseaba y que una inoportuna gripe le había impedido realizar en Batman), para ser marginado por completo en una tercera película que parecía iba a distanciarse excesiva y trágicamente del concepto original ideado por él y Bill Finger hacía ya más de cincuenta años. Para colmo de males, a todos esos problemas, Schumacher tuvo que sumar la renuncia, por falta de tiempo y presupuesto, a rodar una de las escenas de acción más impactantes y espectaculares del filme, en la que el Batmóvil recorrería los tejados de la ciudad en una persecución en la que también participarían los sicarios de Dos Caras. Antes de terminar la grabación, el director (un gran aficionado de la música moderna) le propuso al cantante del grupo musical U2 participar en la película interpretando a Macphisto, el personaje que el líder de la banda había creado para la gira del ZOOTV. Bono rechazó la oferta, pero en su lugar se llegó a un acuerdo para que una de las canciones del grupo formara parte del ‘soundtrack’ del filme. Cuando por fin terminó el rodaje, y
 mientras Dennis Virkler se encargaba del montaje de la cinta, la productora contactó con Elliot Goldenthal para que él fuera el encargado de crear la música que acompañara a las imágenes. Goldenthal era un compositor muy conocido en el mundo del cine, de entre cuyos trabajos destacaban Drugstore Cowboy (1989), El cementerio viviente (Pet Cementery, 1989), Aliens 3 (1992), Demolition Man (1993), Golden Gate (1994), Cobb (1994), Entrevista con el vampiro (Interview with the Vampire, por la que fue nominado al Globo de Oro a la mejor banda sonora en 1994) y Michael Collins (cuyo trabajo le valió la nominación al Oscar a la mejor banda sonora en 1996). Aunque el ‘score’ firmado por Danny Elfman en Batman y, sobre todo, en Batman Vuelve presentaba una calidad magnífica, Schumacher y Peter MacGregor-Scott (el productor de Batman 3 que había relegado de nuevo a Melniker y Uslan a los puestos de productores ejecutivos) decidieron que el cambio con respecto a las dos cintas anteriores debía ser total y que debía incluir todos los apartados, tanto técnicos como interpretativos. Al finalizar el proceso de edición, la productora, ante el temor de que el público pudiera no responder en taquilla como una producción de 100 millones de dólares merecía, puso en marcha una apabullante campaña publicitaria que inundó todos los medios de comunicación visual con imágenes de los actores caracterizados como sus respectivos personajes acompañados de la fecha en la que iba a tener lugar el estreno. A la lógica incertidumbre que la enorme inversión realizada generaba se unió en este caso la aprensión que los espectadores de las otras dos películas pudieran tener por el cambio de director o por las noticias y fotografías que el estudio había ido poco a poco desvelando durante la fase de producción del filme. Finalmente, el 16 de junio de 1995, la tercera parte de la saga cinematográfica del Murciélago, titulada Batman Forever, fue estrenada en Estados Unidos. La curiosidad por conocer el enfoque del nuevo equipo de grabación y la impresionante labor de promoción de la productora hicieron que el público volviera, como ya ocurriera con el primer Batman, a acudir en masa a las salas de cine. Los más de 180 millones de dólares que recaudó en su país de origen y los más de 330 a nivel mundial fueron recibidos por la Warner con tremenda satisfacción, al convertirse en una de las cintas que mejor taquilla había logrado en toda la historia del cine. La película fue, además, nominada a tres Oscar (a la mejor fotografía, el mejor sonido y los mejores efectos de sonido), mientras el tema principal de U2, Hold Me, Thrill Me, Kiss Me, recibió la nominación a la mejor canción original en los Globos de Oro y en los MTV Movie Awards (y también, curiosamente, en los premios Razzie a la peor canción). La banda sonora original, que incluía temas de Eddi Reader, The Offspring, PJ Harvey, Massive Attack y Nick Cave, entre otros, siguió la línea del disco compuesto por Prince con motivo de la primera película del Murciélago y obtuvo grandes ventas. Y la pasión por los productos de ‘merchandising’ volvió a desatarse, incontrolada y brutal, tanto en los que habían sido espectadores del filme como en los que no. DC aprovechó para lanzar no sólo el ya tradicional volumen de Las Mejores Historias de Batman Jamás Contadas dedicado a los villanos de la película (Batman featuring Two-Face and the Riddler), sino también las nuevas series Azrael (con Dennis O’Neil y Barry Kitson) y The Batman Chronicles (con historias cortas firmadas por distintos autores), además de las miniseries Nightwing y Batman: Black & White, e incorporó a los cómics el nuevo diseño de Arkham Asylum que podía verse en Batman Forever.Sin embargo, pese a todos estos hechos y datos tan positivos, la tercera entrega del Señor de la Noche no cosechó únicamente éxitos, al ser tachada por la crítica como un mero producto de entretenimiento carente de calidad, con unos actores muy por debajo de sus capacidades y una estética horrible, alejada por completo del trabajo que habían realizado Tim Burton y sus dos equipos en las obras anteriores. Muchos aficionados renegaron por completo de la cinta, considerándola poco menos que un insulto a la auténtica esencia del personaje de los cómics, y Michael Keaton se unió a todos ellos declarando que “ahora la gente entenderá por qué decidí no hacer Batman Forever”. Pero, lejos de tener esas quejas en cuenta o estar preocupada por los comentarios negativos, la productora no podía estar más satisfecha con el resultado. La cinta no sólo no había generado unos ingresos peores que los de su predecesora, como el pánico les había hecho temer, sino que había logrado rebasar con mucho las cifras de aquélla y volver a despertar el interés del público por el personaje. La franquicia estaba otra vez a salvo y la siguiente película no debía hacerse esperar. De nuevo, la apuesta había sido arriesgada pero, nuevamente, los productores habían ganado. Joel Schumacher era el nuevo e indiscutible depositario de toda su confianza. Como el guionista Akiva Goldsman confesó, había gente que le había ayudado, “pero fue Schumacher quien revivió a
 Batman”. Él era el máximo responsable. Warner Bros. sabía que lo mismo habían pensado de Tim Burton después del tremendo éxito de Batman y los resultados de la siguiente cinta no habían sido los que habían esperado, pero en esa ocasión, de cara ya a la cuarta película  del personaje, no tendrían que preocuparse por darle excesiva libertad o rebajar la presión sobre él a un realizador cuyo comercial sello personal era precisamente la antítesis del de aquél. Esta vez no habría excesiva complejidad, ni lobreguez, ni falta de espectacularidad y acción. Con Joel Schumacher en la dirección, ¿qué podría salir mal? A veces, resulta curioso comprobar cómo la tradicional sabiduría popular valora unos hechos en comparación con otros. Así, si existe un dicho que critica la absurda persistencia de los segundos intentos al realizar una obra artística asegurando que “segundas partes nunca fueron buenas”, también hay otro que premia la tenacidad y valora la confianza en sí mismo que tiene quien ha errado previamente en dos ocasiones pero está dispuesto a seguir intentando lograr su objetivo, al afirmar que “a la tercera va la vencida”. Tal vez la sentencia tenga razón y en la tercera tentativa sea más fácil alcanzar el éxito que en las dos anteriores parecía resistirse, pero es innegable que la cita contiene tanto optimismo como ingenuidad. Pensar que lo que no se ha logrado en dos intentos puede conseguirse en un tercero tiene, además de un evidente lado positivo donde se entremezclan la ilusión y la esperanza, otro negativo donde se niega la evidencia de la realidad y se rechaza aceptarla tal y como verdaderamente es. Es cierto que la experiencia es un grado, que de los errores cometidos pueden extraerse sabias conclusiones y que la firme persistencia suele acarrear merecidas recompensas. Pero si no se apoya en la experiencia, ni en la corrección de antiguos errores, ni en la voluntariosa constancia, ¿qué ventajas se derivan, directa y únicamente, del tercer intento? ¿Acaso no es éste igual que cualquiera de los anteriores, con el perjuicio de estar precedido por dos fracasos previos? Batman Forever fue la tercera vez que los productores Benjamin Melniker y Michael Uslan se enfrentaban al reto de rodar una película del Señor de la Noche con la intención de hacerlo lo mejor posible (poco antes de ese intento, ambos habían participado en la producción de la cinta de animación Batman: La máscara del fantasma, con la que lograron acercarse más que nunca a ese objetivo). Pero ni Batman ni Batman Vuelve podían ser consideradas un fracaso. Ni a nivel de crítica, ni de recaudación, ni mucho menos como generadores de beneficios por ‘merchandising’. Más bien todo lo contrario. Sin embargo, aunque el segundo filme había cosechado mejores resultados en el primero de estos aspectos, el descenso en los dos últimos había llevado a la productora responsable del proyecto a tomar medidas que impidieran que las futuras entregas de la saga cinematográfica del Murciélago dejaran de resultar rentables. Medidas que pasaron por un cambio radical en el enfoque y el tratamiento, y que supusieron una  ruptura profunda con los dos trabajos anteriores, tanto en la forma como en el fondo. El cineasta Tim Burton y quienes le habían acompañado en el rodaje de las dos primeras películas del personaje fueron apartados del proyecto y sustituidos por quienes iban a aportar al mismo, en palabras del propio Burton, “un  punto de vista nuevo y diferente”. El guionista, el compositor, el editor, el responsable del maquillaje, el diseñador de producción... Incluso varios de los
 actores principales (aunque, algunos, más por decisión propia que por imposición ajena) fueron reemplazados. Batman 3 se apoyaba en el éxito de sus predecesoras, pero a la hora de ser planificada y desarrollada, aquéllas apenas fueron tenidas en cuenta. Para bien o para mal, la franquicia prácticamente volvió a empezar de cero. Sin la experiencia, ni la serena reflexión, ni la tenacidad propias de quien, habiéndolo intentado previamente, vuelve a probar fortuna en una tercera tentativa. Obviamente, como también lo fueron sus precursores, el tercer largometraje protagonizado por el Señor de la Noche era un producto de encargo. Su realización recayó en las manos del director Joel Schumacher, responsable de filmes fácilmente catalogables en la habitualmente rentable categoría de cine comercial, ligero y sin pretensiones. Un formato que muchos consideran el más adecuado (algunos, incluso, el único posible) a la hora de afrontar la adaptación a la gran pantalla de las historias de un personaje de ‘comic-book’, pero que se alejaba notablemente del que anteriormente había mostrado Burton (mucho más complejo, elaborado y personal). Lo cual supuso un riesgo considerable para la productora, pues cambiar de caballo a mitad de una carrera y, a pesar de ello, salir victorioso no es precisamente una tarea fácil.  Si ya el propio Burton, al filmar Batman Vuelve, había tratado de alejarse lo máximo posible de su anterior película del Murciélago, su sucesor en la dirección siguió también ese camino, optando por distanciarse todo lo que pudo tanto de una como de otra. Batman Forever sería una nueva visión del personaje en el sentido más literal del término: empezando por el actor que le daría vida y terminando por su forma de comportarse o su carácter, pasando por los aliados con los que contaría, los enemigos a los que se enfrentaría, el vestuario que luciría o el escenario en el que transcurriría la acción. Todo se transformaría por completo. Todo lo antiguo sería rediseñado. Todo lo pretérito sería desechado, obviando de esa manera no sólo los errores que los anteriores participantes en el proyecto habían cometido, sino también sus aciertos. La Warner aceptó la idea de que, para que la regeneración fuera absoluta, ésta debía comenzar por el propio equipo técnico. De esta forma, Joel Schumacher se deshizo de quienes tenían acuerdos suscritos con la productora que les ligaban a la película que él dirigiría, y conformó su propio grupo de trabajo rodeándose de antiguos y nuevos colaboradores: Akiva Goldsman en el guión, Barbara Ling en el diseño de producción, Dennis Virkler en el de montaje, Stephen Goldblatt en la fotografía, Elliot Goldenthal en la música... Atrás quedaban Tim Burton y el resto de miembros de sus dos equipos (uno por cada filme, aunque algunos participantes en la cinta de 1989 habían repetido en la secuela). Al nuevo realizador se le hizo saber desde el primer momento que la franquicia necesitaba un cambio de aires. Por eso él había sido designado para hacerse cargo de ella: porque se pensaba que estaba capacitado para encauzarla antes de que pudiera irse definitivamente a pique. Y las ideas que fue exponiendo antes de comenzar el rodaje parecían demostrarle a los productores que habían acertado en su elección. A pesar del difícil encaje que algunas de ellas parecían tener con los anteriores trabajos del personaje, todos los esfuerzos del nuevo director se centraron en lograr ese objetivo. Si Batman Vuelve había sido demasiado “adulta” para ser una película de superhéroes, Batman 3 se dirigiría a un público mucho más juvenil, reduciendo la media de
 edad de los espectadores y explotando aspectos que sus predecesoras no habían tenido en cuenta. Por todo ello, el primer elemento en el que el cambio de perspectiva debía poder percibirse era el guión. Lee y Janet Scott Blatcher, una pareja de guionistas prácticamente desconocidos, fueron los encargados de elaborar el argumento que sirvió a Akiva Goldsman como base para redactar su guión. Un relato totalmente nuevo, no basado en ninguno de los cómics del Murciélago ni en ninguno de los episodios de sus series de televisión (la de 1966 y la de animación de Dini, Timm, Burnett y Radomski), donde, al igual que en Batman Vuelve, aparecería algún personaje que no existía en los ‘comic-books’ y se modificarían algunas características de otros (fundamentales en algunos casos, poco relevantes en otros). Haciendo suyas algunas de las ideas que Sam Hamm había incluido en su guión (finalmente rechazado) para la segunda cinta del Señor de la Noche y adoptando otras de las que Tim Burton había ido barajando con vistas a la producción de un tercer filme del Murciélago, Goldsman elaboró un guión donde se recogieran las intenciones de la productora y del director para renovar la imagen del personaje, eliminando los aspectos más polémicos y criticados de Batman Vuelve. Para empezar, para no caer en la compleja interrelación de historias que había hecho del trabajo de Waters una obra que algunos consideraban excesivamente enredada y confusa, el nuevo escriba decidió simplificar la narración al máximo y reducir el número de subtramas con el que contaría la historia. Así, la excesiva complejidad se tornaría en sencillez, la lobreguez en humor infantil y la falta de acción en un torrente de espectacularidad. Pero, sin duda, la mayor transformación la viviría el propio Batman, quien se convertiría en el protagonista absoluto del filme y dejaría de mostrarse como la oscura y atormentada criatura de la noche que Burton y Keaton habían hecho de él para transformarse en un superhéroe de noble intención, sin impulsos vengativos  ni actitud paranoica. En lo que
 podría considerarse toda una representativa alegoría de su trabajo, Goldsman se olvida del típico planteamiento superheroico de orden-desorden-regreso al orden inicial y de su habitual encuadre dentro del esquema clásico de presentación-nudo-desenlace, haciendo comenzar la historia directamente desde el “desorden”, con una secuencia más propia del desarrollo del relato que de su presentación. De esta manera, en lo que debería ser el primer acto del filme, la narración pasa fugazmente de una fase a otra para volver después a la primera, sin una estructura clara que la ordene y le dé coherencia. La historia se inicia directamente con el propio Batman preparándose para actuar, apareciendo inmediatamente después uno de los villanos de la cinta, ya transformado en su ‘alter ego’ criminal, sin que el público haya tenido ocasión de conocer cómo ha llegado hasta ese punto. La brevedad de las secuencias de presentación de los distintos personajes (Batman, la doctora Chase Meridian, el comisario James Gordon, el millonario Bruce Wayne, el científico Edward Nigma, el antiguo fiscal del distrito Harvey Dent...) y la ya mencionada escena introductoria en la que el Murciélago trata de detener a Dos Caras dejan entrever cuáles serán los dos pilares sobre los que se asienta la historia: el análisis por parte de la doctora Meridian de la personalidad del hombre que se oculta tras la máscara del murciélago y la venganza que Nigma llevará a cabo tras ser ignorado su trabajo como científico. Así, tras intentar Batman atrapar a Dent después de que éste se haya fugado de Arkham Asylum y haya atracado un banco, Bruce Wayne conoce a uno de los empleados de su compañía. Edward Nigma se presenta como un gran admirador del presidente de Empresas Wayne, a quien le muestra el fruto de sus investigaciones: equipos de televisión dotados de un aparato de señales que llega directamente a las ondas cerebrales. La negativa acogida que sus estudios tienen en Wayne enfada a Nigma, quien decide seguir experimentando por su cuenta. Con un terrible resultado, que transformará al científico en un perturbado criminal obsesionado con los acertijos, se cierra el primer acto. “¿Qué clase de gente tiene murciélagos en la mente?”. El siguiente, en el que siguen presentándose personajes que no aparecieron previamente al tiempo que se desarrolla la historia planteada, comienza con Bruce Wayne en el circo, presenciando las distintas atracciones. La inesperada aparición de Dos Caras y la trágica muerte de la familia del joven trapecista Dick Grayson ponen fin al espectáculo, decidiendo Wayne hacerse cargo del huérfano. Mientras tanto, el Acertijo se dedica a elaborar y enviar misteriosos enigmas al que fuera su jefe, mostrándose resentido por haber sido rechazado, lo que le lleva a sellar una alianza con el antiguo fiscal para formar un frente contra su común enemigo. Tras algunas secuencias algo más pausadas, y en lo que podría considerarse uno de los puntos álgidos de la narración, Dos Caras vuelve a irrumpir en escena en mitad de una fiesta a la que Wayne
 asiste acompañado por la doctora en psiquiatría, y donde también estará presente el invento del científico que trabajara para él. En una sucesión de rápidas escenas, el villano tiende una trampa al héroe en la que éste necesitará ayuda para escapar, se desvela parte de los planes de Nigma, el Murciélago se enfrenta a sus rivales, Dick Grayson descubre el importante secreto que oculta su mentor y Bruce Wayne hace frente a sus miedos, replanteándose su futuro. “Ya no hay trauma”. El final debe resolver muchas incógnitas. En el último acto, aparece prácticamente de golpe gran parte de la acción justificada que no se había mostrado hasta ese momento (en las anteriores secuencias, ésta era simplemente una excusa para darle mayor ritmo al relato): el Acertijo descubre el secreto de Bruce Wayne que ya antes había averiguado Dick Grayson, aparece por primera vez la figura del Chico Maravilla, los villanos emprenden la huida hacia la guarida de Claw Island después de destruir la Bat-cueva, y Nigma y Dos Caras tejen un plan para poner al Murciélago ante la encrucijada de tener que elegir a cuál de los dos rehenes secuestrados debe salvar. La lucha final en el escondite del Acertijo se convierte en un puro espectáculo pirotécnico de previsible desenlace, en el que se pierde la última oportunidad de profundizar algo más en las personalidades de los protagonistas antes de que la película termine con un final demasiado “feliz”. Como ya sucediera con Batman Vuelve respecto a la cinta de la que era secuela, la comparación del trabajo de Goldsman con el que Hamm y Waters realizaron en los dos primeros filmes es prácticamente ineludible. Relativamente cercano al de Sam Hamm, el guión de Akiva Goldsman no sólo no trata de ser elaborado y complejo, sino que pretende basar sus virtudes en el efectismo, la simpleza y la falta de pretensiones, hasta el punto de regodearse en ellos. El guión no desarrolla en realidad ninguna historia, sino que se limita a poner a los personajes en el lugar de los hechos, haciendo que se comporten de manera absolutamente previsible (salvo en lo que respecta, lógicamente, a las gravísimas alteraciones que modifican lo plasmado en los cómics), en un relato superficial y plagado de tópicos, donde apenas se aporta nada que lo enriquezca o ensalce. Si Dan Waters pecaba casi por exceso al mantener en el aire al mismo tiempo distintas subtramas interrelacionadas y ahondaba tal vez de forma excesivamente farragosa en la personalidad de los ambiguos protagonistas de Batman Vuelve, Goldsman peca por defecto al simplificar ambos elementos hasta el punto de hacerlos planos, huecos y carentes por completo de interés. Si Batman contaba con una historia entretenida, con algún matiz interesante aunque algo pobre, y su segunda parte ocultaba un monumental entramado de complejas contradicciones y dobles lecturas, Batman Forever sólo tiene lo que muestra en su superficie. Los fáciles juegos de palabras, el repetitivo uso de clichés (algunos, como por ejemplo “la caja” de Nigma, absolutamente trasnochados), la linealidad
 de la narración, la caricaturización de los protagonistas hasta hacer de ellos simples estereotipos... Cada uno de los errores de Goldsman se magnifica al ser comparado con el por entonces reciente trabajo de Waters. Si este último había utilizado una paleta con multitud de distintas tonalidades de grises para definir a sus personajes, aquél lo limita todo a un reducido juego de blancos y negros. Si éste había empleado los diálogos como un hábil recurso para expresar sentimientos y desnudar emocionalmente a los protagonistas, aquél los usa únicamente como pretexto para reposar brevemente la acción y los convierte en un puro trámite, prácticamente anecdótico y superfluo. Si éste había logrado poner en pie un relato con sólidos pilares y no menos atractiva fachada, aquél olvida lo primero y reduce su labor a algo que no entorpezca la visión de lo segundo. Cayendo en el habitual y terrible error de confundir infantilización con estupidez, Goldsman abusa de los chistes fáciles, de la simpleza narrativa y del más elemental respeto al espectador (así, por ejemplo, para lograr transmitir la ya archiconocida idea de que Batman es “un héroe”, el guionista considera que no basta con que éste actúe como tal, sino que, para que el público no albergue ninguna duda al respecto, los personajes del filme deben repetirla con machacona insistencia). Y, lo que es peor, sin aportar una pizca de originalidad o inteligencia que haga más soportable la obra o que compense, aunque sólo sea ligeramente, las graves carencias que muestra en otros aspectos. Como producto de entretenimiento (no digamos ya como estudio de personajes, algo a lo que decididamente el escriba no aspira, pese a mostrar en el argumento algunos elementos que parecen sugerir lo contrario), el guión de Batman Forever es torpe y banal, presentando suficientes grietas como para, por sí solo, hacer naufragar la película. Sin embargo, leyendo el texto de Goldsman con el que se trabajó durante el rodaje (que podéis consultar aquí, en Batman –Guía Visual-) y teniendo en cuenta la cantidad de escenas filmadas que fueron finalmente desechadas durante el proceso de edición de la cinta, es posible afirmar que el guión original presenta una historia más coherente y con menos lagunas que la que pudo verse en los cines, pese a no lograr solucionar el tono pueril, la debilidad del relato o la falta de creatividad de su autor. Como ya pasara con Batman y su secuela, Batman Forever sufrió (aunque por otros motivos muy distintos) las habitualmente catastróficas consecuencias de los “retoques”. Sin un Warren Skaaren ni un Wesley Strick impuesto por la productora para corregir el trabajo de Goldsman como les pasó a los dos anteriores guionistas, éste vio manipulado su relato por culpa de su excesiva duración. Su guión original era tan voluminoso que, una vez convertido en imágenes, el resultado final se alargaba hasta un total de tres horas de metraje, lo que obligó a eliminar algunas secuencias hasta reducir la cinta a una extensión mucho más aceptable de poco más de dos horas. De esta manera, la tercera película del personaje se estrenó después de que algunas partes fueran borradas, incluyendo varias que podrían considerarse fundamentales para el desarrollo de la narración y para tratar de profundizar algo más en la personalidad del protagonista principal (así, entre las escenas que no fueron incorporadas en la cinta definitiva, había algunas que mostraban diálogos sobre las motivaciones y los pensamientos del héroe, datos reveladores de
 vital importancia en la decisión que éste toma a mitad de la historia relacionados con el diario escrito por Thomas Wayne e, incluso, una secuencia en la que Bruce se enfrentaba a sus miedos, representados por un murciélago gigante). A pesar de que los rumores sobre una posible edición extendida del filme que incluyera esos pasajes surgieron desde que la película llegó a las salas de cine, la posibilidad de que, con la aparición de un nuevo formato audiovisual, apareciera en DVD la “Versión del Director” con el metraje completo fue cobrando cada vez más fuerza conforme se iba acercando la fecha del estreno de Batman Begins (la nueva adaptación cinematográfica del Señor de la Noche), hasta que la productora anunció que la edición especial con el material inédito (y, el ya visto, retocado digitalmente) sería, por fin, puesta a la venta. Por otra parte, aunque menos evidentes que los homenajes cinéfilos que contenían sus precursoras, en el apartado de referencias que la película hace a otras obras cinematográficas, cabría destacar la toma panorámica de Gotham del inicio del filme, que recuerda poderosamente a la futurista y decadente Los Ángeles de Blade Runner (1982), la escena en la que Dick Grayson realiza movimientos de kung-fu con su colada, que reproduce la de Dreadnaught (Yong Zhe Wu Yu, 1981), y la imagen final del Acertijo en su celda de Arkham, con una camisa de fuerza de mangas desproporcionada y ridículamente largas, a semejanza del personaje de Renfield en Drácula de Bram Stroker (Bram Stroker’s Dracula, 1992). A ellas hay que añadir unos cuantos guiños a los lectores de cómics, al mostrar algunas imágenes o escenas inspiradas en otras tantas de las historias más populares del Murciélago (Batman: Año Uno, El regreso del Señor de la Noche, Arkham Asylum...), así como algunas alusiones nada originales al Universo DC: la mención por parte de Bruce Wayne a la ciudad de Metrópolis (escenario de las aventuras de Superman), la broma de Dick Grayson con el nombre de Nightwing (identidad que el personaje adoptó en los cómics en 1984, tras independizarse del Bat-universo) y las marcas en uno de los lados del dólar de plata que siempre porta Dos Caras (que forman las iniciales “HD”, del verdadero nombre del villano). Por último, cabe mencionar en este apartado las simpáticas referencias que Batman Forever hace a uno de los personajes de su antecedente más inmediata a través de un comentario de la doctora Meridian (“¿O necesito un traje ajustado y un látigo?”) y a
 una de las expresiones más famosas y populares que el actor Burt Ward solía repetir en 1966, en cada capítulo de la serie de televisión (“Holey rusted metal, Batman!”, en la versión original del filme cuando Batman y Robin llegan a Claw Island, en alusión a la interjección “Holy...!” empleada por el Chico Maravilla). Centrándonos ya en la labor de los actores, es necesario señalar en primer lugar el incremento en el número de personajes principales con respecto a las dos primeras películas del Señor de la Noche, lo que repercute directamente en el protagonismo de cada uno de ellos. Si ya en Batman Vuelve Michael Keaton, Michelle Pfeiffer, Danny DeVito y Christopher Walken se repartían el trabajo que en Batman realizaban únicamente el primero de ellos, Jack Nicholson y Kim Basinger, en Batman Forever son Val Kilmer, Tommy Lee Jones, Jim Carrey, Nicole Kidman y Chris O’Donnell quienes se encargan de llevar sobre sus hombros, aunque con notables diferencias, el peso de la cinta. En este sentido, Val Kilmer fue uno de los que más difícil lo tuvo, al tener que sustituir a un Michael Keaton que, pese al prácticamente unánime rechazó que despertó inicialmente su elección, había conseguido ganarse el respeto y el aplauso no sólo del gran público sino también de los fans más exigentes. Keaton había logrado que todo el mundo asociara su imagen a la del personaje, haciendo que cualquier otro actor que posteriormente se enfundara el manto del Murciélago encontrara una fuerte oposición. Por ello, lo primero que hizo su sustituto fue alabar públicamente a su antecesor (“Considero estupendo el trabajo de Michael Keaton en las dos primeras entregas”), tratando de ganarse así el favor de los aficionados descontentos. Sin una presencia ni una capacidad física que logre compararse a la de Keaton vestido de Batman, ni unas aptitudes como para conseguir transmitir ese halo de tragedia y profundidad que aquél bordaba, Kilmer juega las bazas de su juventud y de su aspecto físico (entendiendo por tal tanto altura y musculatura como atractivo) para destacar su parecido con la apariencia visual del personaje, haciendo más hincapié en la figura del insulso ‘playboy’ multimillonario (con el que Keaton nunca llegó a identificarse) que en la de su ‘alter ego’ Batman. Apoyándose en un guión que potenciaba más esa faceta y otros aspectos del Señor de la Noche menos mostrados en las películas de Burton (su faceta superheroica, su lado más humano, su pasado), Kilmer trató de alejarse todo lo que pudo de Keaton para evitar una comparación en la que, claramente, salía perjudicado. Así, gracias a la presencia de la doctora Meridian (que permite ahondar más fácilmente en su trauma infantil) y de Dick Grayson (que posibilita mostrar a Wayne como un hombre que ve reflejada en el joven huérfano su propia tragedia), y al concepto del protagonista que tenía el propio Schumacher, Kilmer declaró que quería “explotar el carácter heroico y distante del personaje, además de presentar una concepción erótica del mismo que hasta ese momento no se había potenciado en la serie”. Al margen de lo acertada o no que fuera esa postura teórica (especialmente en lo relativo a la “concepción erótica” de un personaje como el Murciélago), la limitada capacidad interpretativa de Kilmer, su carencia de recursos y la debilidad del guión hicieron del Señor de la Noche de Batman Forever poco menos que un héroe de serie B, condenado a
 enfrentarse a un villano megalómano antes de acabar felizmente la historia junto a la damisela que ha salvado del peligro, con el que es prácticamente imposible identificarse o sentir empatía. Aunque Kilmer consigue recrear un Bruce Wayne relativamente aceptable, al vestir el manto del Murciélago el intérprete parece confundir frialdad con inexpresividad y solemnidad con rigidez facial (en realidad, lo mismo que hace al dar vida a su otra identidad, en la que esta actitud resulta más creíble), consiguiendo únicamente reforzar la idea previa que tenían muchos espectadores: que Michael Keaton nunca debía de haber sido sustituido para recrear al personaje. Por su parte, Tommy Lee Jones, un actor de demostrada solvencia capaz de firmar notables trabajos, parece esforzarse al máximo para que Kilmer no sea el peor parado en las críticas del filme. Su Dos Caras es, probablemente, la versión más ridícula y vergonzante que se pueda hacer de uno de los personajes con mayor carga dramática de todo el Bat-universo. Condenado de antemano por un guión que olvida por completo el enriquecedor pasado del fiscal del distrito, su amistad con el Señor de la Noche y su promesa de aplicar la Ley para acabar con el crimen, Tommy Lee Jones ve reducido su papel prácticamente al de matón de Edward Nigma, a pesar de que en los cómics aquél sea mucho más importante que éste y su protagonismo sea absoluto, llegando a encabezar la lista de los villanos más importantes de las historias del Señor de la Noche. Sin embargo, todo lo que rodea al criminal en Batman Forever es una suma de despropósitos, a cual más insultante. Desde el bochornoso maquillaje (con media cara pintada de un horrible color púrpura y el pelo teñido de rojo) al horrendo vestuario (con la mitad del traje, la camisa y la corbata en unos estridentes tonos con diseños imposibles), pasando por la incomprensible sucesión de risas y los gestos sin sentido (mientras, en los cómics, en uno de sus actos más característicos, el personaje toma sus decisiones dejando que el azar decida su destino al lanzar al aire una moneda de dos caras con uno de sus lados marcados, en la película la moneda pierde todo su icónico significado al repetir su portador el lanzamiento hasta que ésta muestre el lado marcado), Dos Caras se convierte en la antítesis de lo que supusieron el Joker en Batman y Catwoman en Batman Vuelve. Tommy Lee Jones, intérprete nada acostumbrado a los
 excesos, toma como modelo el memorable trabajo de Jack Nicholson recreando al Príncipe Payaso del Crimen, pero sólo para pervertirlo y dotar a Harvey Dent de un inexplicable histrionismo totalmente incompatible con su personalidad que sólo puede justificar el intento de no ser sobrepasado en ese sentido por Jim Carrey. Si Akiva Goldsman comete un error imperdonable al obviar el complejo pasado del personaje y reducir su trágico incidente en el juicio contra el mafioso Maroni a una brevísima secuencia mostrada a través de la pantalla de un televisor, el actor se encarga de sepultar definitivamente al villano al transformarlo en un ser burlón, antipático y casi-cómico. Reducido a simple acompañante del Acertijo, convertido en una vulgar copia del Joker y privado de todos y cada uno de sus rasgos característicos, el criminal que puede verse en la cinta de Schumacher se antoja totalmente irreconocible para cualquiera que haya leído siquiera una historia en la que él aparezca.  A los cambios con respecto al original y la pobreza del guión hay que sumar la actuación de un Jones desganado, poco interesado por el personaje (al que, en una entrevista, llegó a definir como “una especie de Jekyll y Hyde simplificado a nivel de dibujo animado”) y, decididamente, nada inspirado. Su trabajo en Batman Forever es, sin ninguna duda, el peor de una carrera cinematográfica que abarca casi tres décadas, y es mayor el error si se tienen en cuenta las posibilidades del actor, su razonable parecido físico con el personaje y la profundidad que la dualidad y la ambigüedad mental le otorgan al mismo. Jim Carrey, sin embargo, consigue no contagiarse de la apatía y las malas actuaciones de sus compañeros de reparto, haciendo de Edward Nigma un personaje interesante. Convertido a nivel de guión, junto al propio Batman, en uno de los protagonistas principales del filme (el hecho de que, presentando la historia también a Dos Caras, el logotipo de la película sólo mostrara los símbolos del Murciélago y del Acertijo ya era tremendamente significativo), Nigma mantiene un razonable parecido con el villano de los ‘comic-books’ que lo enriquece y facilita el trabajo del actor. Como en los cómics del Bat-universo, su rasgo más distintivo es su obsesión por los acertijos, para cuya creación Warner Bros. contrató al responsable de la sección de crucigramas del New York Times, William Shortz. Al poner más énfasis en su figura que en la de otros personajes, el guionista lo presenta antes de transformarse en criminal, ahondando en el sentimiento de rechazo y frustración que siente el científico al no ser valorados sus estudios. De esta manera, en comparación con el resto de protagonistas, Nigma se muestra como un hombre más o menos inteligente, creíble dentro de sus extravagancias y, en conjunto, medianamente aceptable, al que Carrey transforma en uno de sus personajes habituales. Tan alocado e hiperactivo como en él es frecuente, el actor hace del Acertijo una prolongación de su recreación más conocida y popular (la del ‘sui generis’ superhéroe la Máscara), más cercano en ocasiones al Arlequín del Odio que al maestro de los enigmas. Pero la perturbada mente de Nigma hace más extrapolable esa actitud que en el caso de Dos Caras, permitiendo a Carrey dar rienda suelta a su extensísimo repertorio de gesticulaciones y aspavientos sin que ello sea contraproducente para el personaje. Aunque ligeramente más comedido que en otros papeles, el intérprete puede llegar en sus momentos más desatados (los más desafortunados de su actuación) a agotar al espectador más paciente por su infinito histerismo, por su exagerada sobreactuación y por un trabajo mas propio de un mimo que de un actor. Sin embargo, su sentido del humor y la comodidad con la que, a diferencia de Tommy Lee
 Jones, Carrey se adapta al personaje (aunque, en realidad, es posible que el proceso sea más bien a la inversa), hacen del Acertijo un villano incapaz de ser comparado con el Joker de Nicholson o la Catwoman de Pfeiffer, pero mucho más notable que el Dos Caras de Jones e incluso, tal vez, que el Pingüino de DeVito. De hecho, tras verle bailar en la que sin duda es una de las mejores escenas de Batman Forever (cuando tiene lugar la destrucción de la Bat-cueva), el productor discográfico George Martin le propuso al actor intervenir en la representación que acompañaría el tema musical “I am the Walrus” para el disco “In My Life” de homenaje a los Beatles, oferta que Carrey aceptó encantado. En cuanto a Nicole Kidman, lo primero que hay que señalar es el nefasto tratamiento con que el guión aborda a su personaje. Empleada como mero instrumento para profundizar (fallidamente) en la personalidad del Señor de la Noche, la doctora Chase Meridian es una colección de tópicos y psicología terriblemente superficial, cuyo previsible destino es convertirse en el cebo que los villanos utilizarán para atrapar al héroe. Pese a que cuenta con algunas líneas de guión que permiten ahondar ligeramente en la mente del Murciélago de forma correcta, en general el intento de que el personaje sirva para tumbar al protagonista en un diván y explorar en sus motivaciones y sus miedos fracasa estrepitosamente al ser comparado con el trabajo que realizó Daniel Waters en Batman Vuelve (y sin verse obligado para ello a emplear un recurso tan simple y tosco como ése). Más obsesionada incluso con el Señor de la Noche que éste con su lucha contra el crimen, la doctora Meridian es la razón por la que Bruce Wayne decide momentáneamente abandonar su sagrada cruzada. La alteración que este hecho supone en la idiosincrasia del personaje con respecto a la versión original de los cómics es tan grave que los cambios vistos en los anteriores filmes (la falta de relevancia de James Gordon, Jack Napier presentado como asesino de Thomas y Martha Wayne, Batman cono un justiciero asesino que usa armas de fuego, Oswald Cobblepot transformado en un auténtico hombre-pingüino que se alimenta de pescado crudo y escupe bilis negra...) palidecen ante lo que se convierte en el mayor atentado posible que una adaptación cinematográfica pudiera cometer con él. Nicole Kidman trata únicamente, por ello, a darle apariencia de credibilidad a un personaje torpemente definido y totalmente desaprovechado, al que aporta más belleza que inteligencia. En su relación con Batman, carente de chispa por culpa de un Kilmer inexpresivo por completo, Meridian deja de ser un interés romántico para convertirse en un elemento de atracción sexual al que los infantiles e inapropiados juegos de palabras del guión dan cierto aire ridículo y extraño. Kidman parece esforzarse seriamente por no caer en las garras de una muy mala dirección de actores, pero la incapacidad con que su personaje es desarrollado por el guionista y la incompetencia general de la cinta impiden que pueda alcanzar su objetivo. Por último, Chris O’Donnell, sin necesidad de una gran actuación, presenta a un Dick
 Grayson capaz de robarle parte del protagonismo tanto a Batman como a Dos Caras, algo que, a priori, teniendo en cuenta las dotes interpretativas de los respectivos actores, parecía imposible. El estrecho margen de edad que existe entre Robin y el Murciélago pasa a convertirlos prácticamente en hermanos, obviando la profundidad y la autoridad que se desprende de la relación padre-hijo que mantienen en los cómics, sustituyéndola por un vínculo de amistad que le hace perder gran parte de su dramatismo original. Huérfano de padre y madre en los ‘comic-books’ del Bat-universo, en el filme de Schumacher Dick pierde también a un hermano mayor al que Bruce Wayne parece sustituir. Marcado por esa tragedia, el personaje evoluciona a lo largo del metraje desde el primario instinto de venganza hasta el final deseo de justicia, aunque el cambio sea menos sutil y elaborado de lo que debería. O’Donnell se limita a cumplir con su cometido, pese a transmitir menos sentimiento del que se presuponía y haciendo añorar en los aficionados algunas muestras de la habitual e inteligente ironía con la que el personaje suele aportar un toque de humor en los cómics. Su trabajo en las escenas de acción (en algunas de las cuales empleó como doble al gimnasta olímpico Mitchell Gaylord) es correcto sin llegar tampoco a destacar, y a pesar de lo que inicialmente se temía, su presencia en la historia sirve para humanizar el relato sin por ello infantilizarlo en exceso (algo de lo que ya se encargan el propio Schumacher, el guionista y los diseñadores de producción, vestuario y maquillaje). De los personajes secundarios, apenas logra ser reseñable el trabajo de Michael Gough dando vida por tercera vez a Alfred Pennyworth, pues las apariciones de Drew Barrymore como Sugar, Debi Mazar como Spice y René Auberjonois como el doctor Burton se reducen a anécdotas fugaces y testimoniales. El mayordomo es uno de los pocos personajes que mantiene un mínimo de inteligencia y, aunque sus comentarios vayan perdiendo fuerza con respecto a los de las anteriores películas, continúa siendo uno de los mejores de todos los que aparecen en escena. Todo lo contrario, de nuevo, de lo que le ocurre a Pat Hingle, cuyo comisario Gordon vuelve a ser reducido a una simple sombra de lo que podría y debería ser. Visualmente, el escenario en el que transcurre la acción parece una burda copia del que Bo Welch creara para Batman Vuelve. Manteniendo la apuesta por el gigantismo y la fantasía de su predecesor, Barbara Ling hace de Gotham una ciudad aún más irreal, grotesca e incoherente que la que pudo verse en la secuela de la primera cinta del Señor de la Noche. Cayendo en el error de que todo es mejor si se muestra más grande y en mayor número, Ling sigue aumentando el tamaño de los edificios, mantiene los puentes y demás elementos arquitectónicos imposibles e inconexos que construyera Welch e inunda la ciudad de monstruosos monumentos faraónicos que transforman el decorado en un paisaje surrealista e hipertrofiado. Y si la labor continuista que la diseñadora de producción desarrolla levantando Gotham muestra más defectos que aciertos, la multitud de vehículos con los que equipa al héroe (a los tradicionales para moverse por el asfalto y el aire se suman dos más que permiten al Murciélago desplazarse sobre y bajo el agua) hace que su trabajo, en comparación con la maravillosa labor que realizara Anton Furst para Batman, no pueda menos que ser considerado como ridículo, deficiente y carente por completo de sentido estético. Del elegante diseño de Furst del Batmóvil original se pasa a un automóvil de aspecto inclasificable, con una apariencia casi orgánica, donde de nuevo se mantiene, de forma absurda, la obsesión por multiplicar el tamaño (además del incremento en la longitud y la anchura del vehículo, el Batmóvil de Ling luce un espantoso y desproporcionado alerón trasero que destroza por completo su ya de por sí poco acertada línea). De igual manera, el extraordinario Batplano de Batman con silueta de murciélago y aspecto de caza de combate es rediseñado para convertirse en una nave de estilo futurista, con ángulos mucho más pronunciados y formas extrañas, que pierde la belleza plástica de su predecesor en beneficio de un nada afortunado impacto visual. A todo lo cual hay que añadir la colección de innumerables gadgets creados por Chris Ross (desde los clásicos gancho y batarangs hasta unas esposas y una bat-bola), que apenas parecen encontrar otra justificación que la búsqueda de aumentar el número de productos de ‘merchandising’ relacionados con la película. Como ya le ocurriera también a su precursora, al diseño de producción se le une un formalmente notable (no en vano, fue nominado al Oscar, no obteniendo finalmente dicho galardón) pero poco apropiado trabajo en la fotografía, en la que Stephen Goldblatt no hace sino repetir los mismos errores que previamente cometiera Stefan Czapsky, aumentando sin embargo la calidad de la labor de aquél. Alejado por completo de la excelente escala de grises empleada por Pratt en el primer filme, Goldblatt recurre al uso de luces de colores sobre fondo negro que ya usara su predecesor, identificando cada tono con cada uno de los personajes principales (negro para Batman, verde para el Acertijo, rojo para Dos Caras y amarillo para Robin), lo que motivó que el guionista de la cinta llegara a decir que “este tercer episodio es una cascada de colores” que “parece un verdadero carnaval”. Únicamente un profundo desconocimiento de lo que significan el protagonista y su mundo, del que Goldsman parece incluso alardear, puede llevar a alguien a asociar ese torrente cromático con un personaje al que popularmente se le conoce nada menos que por el representativo y explícito nombre de “Señor de la Noche” (‘Dark Knight’ en el original). Por su parte, los efectos especiales sacrifican la calidad en beneficio del impacto visual, convirtiéndose en una sucesión de llamativas escenas de acción mucho más espectaculares que las de las anteriores películas, pero faltas de la justificación de la que gozaban en aquéllas. Las explosiones, las persecuciones y las peleas apenas encuentran encaje en el guión (en el que aparecen ineludiblemente después de alguna secuencia de diálogos), pero son empleadas como un ejemplo del regocijo con que Schumacher aborda el apartado gráfico de la cinta. Tan superficiales como el resto del guión, esas escenas logran cumplir su cometido de impresionar gratuitamente al espectador, pese a no destacar tampoco por su brillantez o su originalidad. El diseño de vestuario de Batman Forever es, tal vez, junto al trabajo de Tommy Lee Jones y Barbara Ling, uno de los aspectos más negativos de toda la película. Al Murciélago se le rediseña su traje, haciéndolo más ligero y volviendo acertadamente al color negro del de Batman (incluso el hasta entonces siempre dorado cinturón adopta ese oscuro tono), pero pecando de una apariencia excesivamente anatómica que llega a marcar hasta las costillas y los pezones de su portador, y con una textura satinada que refleja demasiado los brillos provocados por los focos de luz. A pesar de los aciertos de este uniforme, el disfraz que el protagonista luce casi al final del metraje (denominado, durante el proceso de producción, ‘sonar-suit’), echa por tierra los méritos del traje anterior. En una decisión aparentemente más basada en el ‘merchandising’ que en la necesidad, y con la vista puesta en los distintos modelos que la compañía juguetera podría lanzar, se optó por crear un disfraz grisáceo con reflejos brillantes y horribles hendiduras y relieves tanto en la capucha como en el abdomen, que además de suponer un atentado contra el sentido del buen gusto, choca por completo con la imagen clásica del personaje. Para Robin se empleó un disfraz correcto con los llamativos colores (rojo y verde) y la capa negra con reverso amarillo del uniforme que Tim Drake, el tercer Chico Maravilla, comenzó a lucir en los cómics después de que Neal Adams lo diseñara para el actor Marlon Wayans en Batman Vuelve. El traje es visualmente aceptable, aunque repite los mismos errores que los del primero del Señor de la Noche: exceso de brillos y de aspecto anatómico (que en el de Dick Grayson llega, incluso, a marcar el ombligo del personaje). Por su parte, como ya comentamos antes, Dos Caras luce no sólo uno sino varios y horrendos diseños de Bob Ringwood (responsable de los magníficos disfraces de Batman Vuelve), Ingrid Ferrin y Linda
 Booher-Ciarimboli,  en cuya mitad “mala” se combinan antiestéticos tonos chillones con extravagantes formas inspiradas en manchas de animales (leopardos, zebras...), complementando el despropósito un ridículo guante de motero y unos estrafalarios sombreros que dan al personaje un aspecto aún más vergonzante del que Goldsman y Jones se encargan de dotarle. Por último, el Acertijo exhibe también dos modelos diferentes, que podrían considerarse a juego con los que luce el propio Batman. En el primero, muestra las características mallas verdes plagadas de signos negros de interrogación del villano, que en ocasiones cubre con una bonita chaqueta con el mismo diseño, y que acompaña con un simpático bombín y un elegante bastón. En el segundo, en consonancia con el desastroso disfraz casi-plateado del Murciélago, Nigma luce un extraño pijama de lentejuelas blancas y verdes totalmente inapropiado, que, al menos, no cubre con la musculosa armadura adornada con calaveras que inicialmente se había diseñado para él, y cuya imagen podía verse en el videojuego basado en el filme. En cuanto a la banda sonora, Elliot Goldenthal se olvida por completo del trabajo de Elfman, creando una partitura más épica y “sonora”, pero de menor calidad y menos inspirada, cuyo mejor exponente es su melodía principal. Alejada de la del anterior compositor, la de Batman Forever carece de la fuerza y el sentimiento de su predecesora, transformándose en una pieza mucho menos poderosa y atractiva que aquélla, al tiempo que más impersonal (sin reflejar la oscuridad y las notas trágicas que contenía la de Elfman, la melodía de Goldenthal podría en realidad pertenecer a cualquier superhéroe sin que su tono desentonara en absoluto con la personalidad del protagonista, sea cual sea su estilo). El resto del ‘soundtrack’, con temas de U2, PJ Harvey, Seal, The Offspring y demás grupos conforma una amalgama de canciones cuya compatibilidad con un personaje como Batman es, cuanto menos, bastante discutible. El montaje de Dennis Virkler, tal y como el propio Schumacher se enorgullece de reconocer, debe más al mundo del ‘videoclip’ que al del cine, al transformar la historia en un ir y venir de planos cortos (en ocasiones, tan extremadamente breves que apenas llegan a ser perceptibles) que tratan de aumentar el frenético ritmo narrativo a costa de hacer el relato más confuso y precipitado. Los movimientos de cámara, grúa y ‘steady-cam’ conllevan una continua modificación del encuadre que lo único que hace es marear al espectador y hacer que la forma de contar la película sea torpe e inapropiada, no permitiendo fijar la atención en ninguno de los diferentes detalles que se muestran simultáneamente en escena. Y, para terminar, de la fidelidad del filme al cómic hay que mencionar algunos elementos positivos y otros tantos negativos que, al hacer balance, acaban produciendo un desafortunado resultado. Entre los primeros destaca la relevancia que el protagonista principal vuelve a tener dentro de la historia, el (fallido) intento de mostrar sus motivaciones y los orígenes de éstas, su actuación como auténtico héroe y no como antihéroe, su implícito rechazo a las armas de fuego (el Batmóvil de Ling deja de estar equipado, como lo había estado hasta ese momento en las anteriores entregas, con ametralladoras) y su total oposición al asesinato como método válido para imponer Justicia o llevar a cabo una venganza (algo para lo que resulta fundamental el personaje de Robin). Son todos ellos aciertos que devuelven al personaje a sus orígenes, eliminando las alteraciones que Burton y compañía habían incorporado en las dos primeras cintas. Sin embargo, por el contrario, la ya mencionada conversión de la relación entre el Señor de la Noche y su joven compañero en una alianza fraternal debido a la excesiva edad del actor encargado de dar vida al segundo de ellos, la pérdida de significado de la moneda de Dos Caras, la nula presencia de James Gordon en la narración, la incomprensible decisión de otorgarle a Dick Grayson un hermano y, sobre todas ellas, el error brutal de la decisión de Bruce Wayne de abandonar su misión por estar enamorado son aspectos que alejan al protagonista y su mundo de su verdadera esencia, restándole además calidad al guión y, por ende, a la propia película. Batman Forever podría haber sido una notable historia protagonizada por el Murciélago que hubiera reparado algunos de los errores y subsanado algunos de los defectos que habían mostrado las dos anteriores, pero a las que la incompetencia, la inconsciencia y la falta de respeto por el protagonista que exhibieron algunos de los participantes en el proyecto, sumadas al desconocimiento, la carencia de interés y los deseos de crear algo que se saliera de lo puramente previsible (Akiva Goldsman consideró acertado declarar, durante la promoción de la misma, que “en la película se ven cosas que no se esperan encontrar en un filme de Batman”), condenan al fracaso. La cinta cuenta con una pésima dirección, un guión pobre y falto de ideas, algunas actuaciones aceptables y otras sencillamente desastrosas, y unos esperpénticos diseños de producción, maquillaje y vestuario que la convierten en una superproducción mala, superflua y nada destacable, que en comparación con sus dos precursoras pierde aún más puntos de los que ya de por sí se deja por el camino. Joel Schumacher frustró gran parte de las expectativas que los ilusionados fans habían depositado en él, pensando que lograría mejorar el trabajo que los dos equipos anteriores habían firmado. En su lugar, hizo que muchos aficionados comenzaran a pensar que el filme definitivo del Señor de la Noche que ellos tenían en sus cabezas y que tanto deseaban ver, por fin, en la gran pantalla no era en realidad más que una esperanza que jamás llegaría a materializarse.  Y es que, a veces, la sabiduría popular también se equivoca y, en algunas ocasiones, como sucedió con la tercera adaptación cinematográfica de las aventuras del Murciélago, no es verdad que a la tercera sea la vencida. Pero es problema mayor aún que la tercera tentativa no sea la última que fracase, sino que también lo hagan las que le sigan. En primer lugar, porque no es algo que los miles y miles de aficionados de distintas generaciones de todo el mundo merezcan soportar. Y, en segundo lugar, porque, pese a sus deseos, desgraciadamente, a diferencia de otras muchas cosas, las ilusiones de todos esos lectores no son algo que duren para siempre.

No hay comentarios:

Publicar un comentario